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La realidad alterna  de los partidos

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones



La debilidad del sistema político nacional se identifica sencillamente con la que sufren sus partidos. Todos están en crisis y ninguno logra identificarse plenamente siquiera con sus bases. No hay excepciones, y esa situación encierra desafíos, peligros y genera también oportunidades.

En Morena, el consejo partidario no se pudo reunir por falta de quórum, era más importante el puente vacacional que el encuentro partidario.

Sirvió, además, para darle una vuelta de tuerca más a la lucha interna, escenificada en la oposición de los grupos más radicales a su presidente, Mario Delgado, que, en realidad, es una apuesta teatral que oculta la ya nada incipiente lucha sucesoria. La sucesión, como lo era en su momento en el PRI, es descarnada, incluso mucho más abierta que cuando el tricolor era el partido prácticamente único.

Mientras Marcelo Ebrard desplegaba su agenda diplomática en Roma y Glasgow, con todos los esfuerzos que significa un presidente ausente en los grandes temas y encuentros globales y con una agenda interna que contradice muchas veces los acuerdos internacionales a los que llega el canciller, Claudia Sheinbaum ocupó el puente vacacional de muertos para hacer proselitismo, pero también en forma pobre, pasando por Guanajuato y otros estados, asistiendo a la toma de posesión de las nuevas gobernadoras.

Lo de Marcelo sin duda luce y aporta, pero en una cosa tiene razón el presidente López Obrador: la política interna es la mejor política exterior, y nuestra política interior contradice lo que se suscribe en los foros globales, como ha ocurrido en el G20 de Roma y está ocurriendo en el COP26 de Glasgow. Que el presidente López Obrador decida no participar en esos foros y mejor descansar los días de puente en lugar de reunirse con los principales líderes mundiales y participar de esos debates es inexplicable.

Claudia, por su parte, no puede seguir con una agenda de simple seguimiento político del presidente López Obrador. Su agenda, que tuvo importantes matices propios en el pasado, se ha mimetizado con la federal incluso en la sintaxis. Salvo en unos pocos temas como la seguridad pública, la agenda de la jefa de Gobierno de la ciudad no muestra nada propio, nuevo, que genere expectativas, más allá de los acuerdos o desacuerdos que polarizan a la ciudadanía en torno a la gestión presidencial.

Morena es altamente disciplinada a la hora de votar sin realizar cambio alguno en las iniciativas presidenciales, pero no se termina de comprender que eso también es consecuencia de la insistencia del propio Ejecutivo federal en que no haya cambios, modificaciones porque no se puede garantizar que en ese debate se mantengan los acuerdos. El partido está dividido en torno a la sucesión y paradójicamente, esa realidad es lo que fortalece, además de a Claudia y a Marcelo, al líder del senado, Ricardo Monreal. Pero nadie puede engañarse: la unidad partidaria es en buena medida ficticia y habrá que ver cómo evoluciona en pleno proceso sucesorio a la hora de las definiciones.

Las oposiciones por su parte, dan lástima. Escuchar a Marko Cortés, el presidente nacional del PAN reconociendo que su partido apenas podrá competir en un estado, Aguscalientes, es de pena ajena, más allá de las posibilidades competitivas reales en los seis estados en que habrá elecciones el año próximo. El PAN, o mejor dicho la agenda de centro y centro derecha, tiene un importante espacio en el país, pero su principal exponente, el PAN, no sabe, no quiere o no puede aprovecharlo. Y sigue sin tener una estrategia, sin construir una candidatura, sin mostrar en el ámbito nacional las capacidades que deberían exigirse a esta altura del sexenio. Una oposición sin una candidatura ya en construcción no podrá ganarle a Morena y sus aliados, más allá de las propias divisiones internas del oficialismo.

El PRI no veo cómo vaya a librar los desafíos de la reforma eléctrica. A su dirigencia se la percibe inclinada al acuerdo con el gobierno, aunque muchos legisladores y militantes se opongan. Pero pareciera que la idea es realizar cambios en la iniciativa presidencial que no sean sustantivos para, como dijo el presidente López Obrador, avanzar en esa reforma que sería 180 grados diferentes a la que el propio PRI impulsó y aprobó con una amplísima mayoría legislativa hace exactamente seis años.

Si el PRI se vence en ese proceso legislativo, estaría a merced de las rupturas internas y perdería su espacio en una alianza opositora que también deberá enfrentar la prueba de la designación de un candidato. De construir desde el priismo una candidatura propia ni hablemos: hoy eso parece imposible. Quién sabe si el día de mañana se pueda hacer algo, pero eso lo determinará precisamente la reforma energética y la posición que asuma la dirigencia del partido.

Los demás partidos son hoy casi testimoniales pese a sus espacios de poder. Se debe reconocer que tanto Movimiento Ciudadano como el Verde pueden tener posibilidades y espacios de maniobra propios, pero deberán jugar muy bien sus cartas, y pareciera que, por lo menos hasta este momento, a mitad del sexenio, su estrategia es básicamente de acumulación de espacios de poder para ver cómo juegan, mejor dicho con quién juegan, en el 2024.

 

clm

 

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