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La primera crisis de AMLO y los cambios

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

A pesar de las medidas distractoras que se trataron de implementar para disimularla, lo cierto es que la administración López Obrador debió enfrentar la semana pasada su primera crisis política y de gabinete.

Los dos temas que la catalizaron fueron el desabasto de medicamentos y el rezago en la atención médica como consecuencia de los recortes hacendarios, que llevaron a la renuncia pública al IMSS, acompañada por un fuerte texto de Germán Martínez para explicarla; y horas después la renuncia de la secretaria de medio Ambiente y Recursos Naturales, Josefa González Blanco, supuestamente por haber hecho regresar a un avión de Aeroméxico, que se disponía a partir rumbo a Mexicali, para poder abordarlo. En realidad se debía ir porque su gestión era un desastre: la secretaria no realizó ni el estudio medioambiental del aeropuerto de Santa Lucía ni del Tren Maya, mucho menos el de la refinería de Dos Bocas, pero, sobre todo, nunca apareció ni en la crisis de la contaminación ni en la lucha contra los incendios forestales.

“El portazo sonó como un signo de interrogación”, dice Joaquín Sabina, y así sonó el de Germán Martínez al IMSS. Reemplazarlo no era sencillo. Se optó por Zoé Robledo, un buen funcionario que fungía como subsecretario de Gobernación, con poco conocimiento del Seguro Social, pero con capacidad política y de diálogo, imprescindible en una institución tan herida como el IMSS.

Pero Zoé llevaba buena parte de la operación política en Gobernación y dejaba un hueco demasiado importante. Fue reemplazado por un hombre de confianza de la secretaria Olga Sánchez Cordero, Ricardo Peralta, que hasta ese día era el director general de Aduanas. Olga ganaba un muy buen subsecretario, y Aduanas perdía un muy buen director, pero Ricardo estaba frontalmente enfrentado contra la titular del Sistema de Administración Tributaria, Margarita Ríos-Farjat.

En el trasfondo de ese enfrentamiento subyacía, entre otros temas, la propuesta del SAT de designar a exmilitares y marinos en la dirección de la mayoría de las aduanas del país, como aquí informamos hace unas pocas semanas. Con la designación del empresario y exalcalde de Xalapa, Ricardo Ahued, como director de Aduanas, seguramente se destrabará ese conflicto y sólo quedará esperar si el presidente López Obrador da luz verde a la propuesta antedicha. Hay un elemento adicional: Ahued era visto como una alternativa al gobernador Cuitláhuac García en Veracruz. Entra al gobierno federal y quita, en el corto plazo, una sombra al gobernador, pero al mismo tiempo permitirá visualizar al hipotético recambio mucho más de cerca y en un ámbito federal estratégico, como son las aduanas.

Ahued es senador y deberá dejar ese cargo. Su suplente es Ernesto Pérez Astorga, el actual Secretario de Desarrollo Económico y Portuario de Veracruz. Ello propiciará cambios también en ese cuestionado gobierno estatal.

En reemplazo de Josefa González Blanco, entra al gabinete Víctor Manuel Toledo, un hombre que es definido como “doctor en biología, experto en etnoecología, poseedor de múltiples reconocimientos internacionales (sobre todo por sus estudios sobre las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza), y también es dibujante, actor y poeta.” Lo cierto es que Toledo es un hombre reconocido en el ámbito ecológico, seguramente recomendado por Claudia Sheinbaum.

En el fin de semana hubo una intensa lucha por ocupar esa posición: primero se aseguró que llegaría allí el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco. Luego surgió el nombre, manejado desde ámbitos cercanos a la cancillería, de Martha Delgado, quien fue una buena secretaria de medio ambiente en la ciudad durante el gobierno de capitalino de Marcelo Ebrard. Cualquiera de los dos hubiera sido buen secretario, aunque significaban cosas muy distintas en el juego interno de Palacio. Pero lo importante es que tanto Manuel como Martha son políticos con experiencia, obviamente más Manuel que Martha, en un gabinete en el que la política suele brillar por su ausencia.

Toledo, más allá de ser un científico reconocido (quizás demasiado radical en sus posiciones etnoecológicas), no es un político y el conocimiento del tema no hace necesariamente a un buen funcionario. Ojalá que Toledo pueda demostrar lo contrario, porque la situación del país en el terreno ecológico es un desastre y para remediarla el nuevo secretario tendrá que confrontarse incluso con políticas del propio gobierno federal, como, por ejemplo, la decisión de usar carbón en lugar de gas natural para generar electricidad o el virtual abandono de las fuentes renovables de energía en el plan del sector. O decidir hasta qué punto Dos Bocas o el Tren Maya son ambientalmente viables.

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