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Ayotzinapa, de semillero revolucionario a crimen organizado

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Ayer el presidente López Obrador le pidió a los “muchachos” de la Normal de Ayotzinapa que “no le hicieran el juego a la derecha” con manifestaciones como las del viernes pasado, cuando luego de intentar la toma, como lo hacen diariamente, de las casetas de cobro de la autopista Cuernavaca-Acapulco, terminaron agrediendo a las fuerzas de la Guardia Nacional lanzándoles incluso un tráiler sin frenos en un acto que terminó con heridos, pero que podría haber acabado en una verdadera tragedia. El Presidente también reconoció, por primera vez, que podría haber infiltrados del narcotráfico entre los estudiantes de la escuela.

En realidad, hace ya muchos años que el narcotráfico tiene mucho más que infiltrados en la Normal Isidro Burgos. Lo que en su momento fue un semillero de la guerrilla, hoy lo es del crimen organizado, aunque se disfrace con ropajes ideológicos. Jaime Solís Robledo, exdirector de esa institución entre 1999 y 2000, amigo de Lucio Cabañas y exalumno del maestro Othón Salazar, ya señalado desde hace años que en el interior de la normal rural hay consumo y tráfico de drogas, golpizas, alcohol en exceso y acoso escolar y sexual como medida represiva contra quien no se sume al grupo estudiantil que controla la escuela.

Lo que vivió en su experiencia como director de Ayotzinapa lo denunció en el libro Ayotzinapa y yo, en el que exhibe que la vida de esa institución la rige en realidad no una autoridad educativa, sino el Comité Estudiantil. Describe en el libro “una serie de anomalías en la vida cotidiana del plantel tales como alcoholismo, riñas cotidianas, robos y, lo más delicado, tráfico de mariguana”, que se registraban desde hacía más de dos décadas.

En su libro, Solís Robledo explica cómo se conduce el Comité Estudiantil y destaca que ningún alumno puede desacatar las órdenes del comité so pena de ser acosado hasta hacerlo abandonar el plantel: “Cuando alguien es reincidente de incumplimiento, aunque sea por enfermedad, es hostigado con crueldad… La Secretaría de Educación de Guerrero podrá ordenar 100 veces al área de Control Escolar del Plantel que inscriba formalmente a esos jóvenes, pero en los hechos, el violento acoso escolar los hace desistir en su deseo de estudiar en la ‘revolucionaria’ Normal de Ayotzinapa”. 

El exdirector de la normal también da cuenta de cómo se realizan las movilizaciones estudiantiles, como la que derivó en los hechos del viernes pasado: “Para el envío de contingentes estudiantiles en apoyo a las movilizaciones de inconformidad, el comité estudiantil ordena que se vaya un grupo o todos los grupos de tercer semestre, por ejemplo, o de primero (caso Iguala), quinto o séptimo […]. En la escuela, quienes mandan son los alumnos […]. Ninguna autoridad puede intervenir en ese ámbito”.

Solís Robledo también habla de las consecuencias de la falta de autoridad: “[…] alumnos cayéndose de borrachos; peleas sangrientas entre ellos; una degradación sexual cotidiana, pero acentuada desde los viernes por la tarde hasta el domingo […]”. Mucha gente se va con la finta de que los alumnos de la normal solamente faltan a clases durante sus movimientos, cuando trascienden los muros de la escuela y andan en son de guerra contra la sociedad en general; (pero) esto no es así. Sus inasistencias a clases son sistemáticas y permanentes. Las actividades académicas, deportivas y culturales pasan a segundo o a tercer plano, pues constantemente salen del plantel, del municipio o del estado para asistir en grupo al apoyo masivo o de asesoría a cualquier movimiento de inconformidad, sea educativo o de otra índole. 

“¿Cómo opera esto?… En virtud de que el comité estudiantil ejerce un férreo control sobre los alumnos, éstos no pueden negarse a cumplir las comisiones que se les encomiendan, so pena de hacerse acreedores a las sanciones que sus dirigentes les imponen que pueden ser: confiscación del ‘pre’ (el apoyo económico que la SEP otorga a los estudiantes normalistas), ser excluidos del comedor o de algunos beneficios que eventualmente se logran”. Y esto ocurría hace 20 años.

Los grupos de Ayotzinapa ya han provocado tragedias. El 2 de diciembre de 2011, unos 300 normalistas portando palos y machetes bloquearon ambos sentidos de la Autopista del Sol a la altura del Parador del Marqués, en Chilpancingo, para exigir al gobierno estatal el cumplimiento de diversas demandas. Ante esta situación, elementos de las corporaciones de seguridad acudieron al lugar para desbloquear la autopista, pero fueron agredidos por los estudiantes con bombas molotov y disparos de arma de fuego. Los cuerpos policiacos repelieron la agresión y murieron dos estudiantes y 23 más fueron detenidos e inmediatamente después liberados. Hubo heridos entre policías y estudiantes. En medio de ese enfrentamiento, un grupo de estudiantes se trasladó a la gasolinera que se encuentra a la vera de la autopista, e incendió una bomba dispensadora de combustible para hacer estallar la gasolinera, por lo que un trabajador de esta estación de servicio falleció al cerrar las válvulas de suministro de combustible para evitar una tragedia mucho mayor. El trabajador murió, pero nunca nadie fue procesado por aquellos hechos. Nadie le hizo justicia. Desde entonces han pasado más de 10 años. Y todo sigue igual, o peor.

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