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Patrioteros chabacanos

Jorge Camargo

Jorge Camargo

No hay nadie que pueda negar que han sido los mexicanos, miles de madres y padres, los que han puesto a los muertos, a los desaparecidos, a las mujeres violentadas y asesinadas y a los desplazados de sus comunidades por el control que los cárteles tienen de vastas zonas del territorio nacional, como consecuencia de la tolerancia de las autoridades.

El gobierno centrista mexicano, que no representa a los mexicanos, ha decidido liarse discursivamente con el demócrata de Estados Unidos para victimizarse y elevar la popularidad de su titular. Pero el que se incendien banderas del país vecino en las calles o se inmolen grupos de patriotas al canto de un himno es improbable que ocurra.

La lucha romántica contra el “imperialismo yanqui” y el líder patriota que conducirá la revolución libertaria, claro que pasando por el martirio de los hijos de la patria y no de los propios, sólo existe en el viejo manual que se traspapeló entre los acuerdos comerciales, la integración económica y la transición a las energías verdes.

Para quienes pensaban que la complacencia ante los grupos criminales se debía a una estrategia del oficialismo para generar la percepción de eficacia de la contención de los cárteles, hoy conocen que se debe a la connivencia entre altas autoridades federales y locales.

Es decir, Estados Unidos ha revelado que la política de “abrazos y no balazos” es, en realidad, producto de un acuerdo de algunos miembros del oficialismo con las bandas de criminales que han inundado de fentanilo a ese país consumidor y volvieron adictas a nuestras juventudes.

Las autoridades estadunidenses y un comité de su Congreso cuentan con varios reportes, con nombre y apellido de gobernadores, gobernadoras, senadores, diputados, miembros de Morena e incluso de la oposición y mandos de la milicia con vinculaciones criminales.

El gobierno mexicano jugó mal y Estados Unidos no la va a dejar pasar. De chantajeado con el tema de la migración, ese país parece no estar dispuesto a perder la valiosa oportunidad de exhibir a la 4T como un movimiento en el que se han refugiado miembros de las bandas criminales.

Esto se produce justo cuando el líder de la 4T garantiza continuidad, anulando a sus candidatos. No importa quién sea, seguirá siendo lo mismo. Y eso puede traducirse en misma tolerancia al crimen, misma tolerancia a los feminicidios, desapariciones forzadas, expropiaciones simuladas, rechazo a inversiones basadas en energías limpias y misma militarización.

El secretario de Estado, Antony Blinken, no dijo nada que los mexicanos no sepan. Que desde hace dos sexenios y con mayor complacencia en el presente, el crimen organizado gobierna, de facto, vasto territorio de México.

Blinken declarò algo que a los mexicanos les ha costado valor reconocer: “El propio pueblo mexicano es la víctima número uno de esa inseguridad”, expuso ante una comisión de su Congreso.

El reporte sobre los derechos humanos del Departamento de Estado que ha ofendido al oficialismo tiene datos que checan con los denunciados por organizaciones ciudadanas mexicanas: desapariciones forzadas, desplazamientos, ejecuciones extrajudiciales, abusos de la milicia, acoso oficial y del crimen a la prensa, etcétera.

Respecto de la participación del crimen en las elecciones, señala lo siguiente: durante las elecciones realizadas entre septiembre de 2020 y junio de 2021 fueron asesinados 36 candidatos y 64 políticos. “La tasa de agresiones contra figuras políticas estuvo a la par de la elección de 2018, uno de los periodos políticos más violentos de la historia reciente”.

Los estados donde hubo más violencia política fueron Veracruz, seguido de Guerrero y Guanajuato. Los “candidatos municipales” fueron las víctimas más comunes.

Reconoce, empero, que los mecanismos de protección creados por autoridades y el INE fueron efectivos.

 

 

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