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El pueblo quiere a sus machos

Ivonne Melgar

Ivonne Melgar

Retrovisor

 

La defensa de Félix Salgado Macedonio como candidato de Morena ha puesto en blanco y negro la fortaleza y los límites del proyecto transformador del gobierno.

En un momento en que la popularidad del Presidente de la República resulta imbatible y a prueba de covid, apagones, desabasto de medicamentos y un largo etcétera, la poderosa didáctica mañanera se mantiene en lo dicho: las acusaciones contra el aspirante a la gubernatura de Guerrero son politiquería.

De ese tamaño es la confianza del gobernante en el peso de sus palabras y en el arrastre que el senador con licencia tiene entre los suyos.

Bajo el diagnóstico de que la confirmación de Salgado Macedonio como candidato no tiene ni tendrá ningún costo, el presidente López Obrador etiqueta los pronunciamientos en contra del morenista como parte de una campaña negra de la oposición.

Pudo haber alegado, como en otras ocasiones, que prefería no involucrarse en asuntos del partido. Optó por una estrategia frontal: batear los reclamos de las militantes de Morena que se habían atrevido a pedir una rectificación y a las diversas manifestaciones feministas que le exigen que escuche a las víctimas del aspirante acusado de violencia sexual.

El tema de fondo es que esta negativa va más allá del movimiento de mujeres, fenómeno inorgánico, creciente, plural, ajeno al control de los partidos y cuyas reivindicaciones continuarán al margen de esta coyuntura.

Ayer mismo, en la Cámara de Diputados, la morenista Aleida Alavez abrió el debate con defensores de derechos humanos y activistas en torno a un proyecto de reforma constitucional que busca fortalecer la igualdad sustantiva, gracias a propuestas de vanguardia de Porfirio Muñoz Ledo, Lorena Villavicencio y Wendy Briceño, entre otros legisladores del partido en el poder que, junto a destacadas parlamentarias como Martha Tagle (Movimiento Ciudadano) y Verónica Juárez (PRD), buscan abrirle paso al derecho a decidir. Pero si bien las causas feministas continuarán impulsándose, con o sin Félix Salgado en la gubernatura de Guerrero y con o sin el visto bueno de Palacio, la negativa presidencial sí establece los límites de Morena y del ofrecido cambio de régimen.

En cuanto al partido, es un hecho que no es tal. Y eso es lo que ha dejado en claro el manejo de las denuncias contra el candidato en cuestión.

Y respecto al cambio de régimen, el expediente de Salgado Macedonio permite constatar que el proyecto transformador del presidente López Obrador no se va a detener en las definiciones de democracia y de derechos humanos que las instancias internacionales han construido para un diálogo global en torno a la impunidad, la violencia de género y el patriarcado.

Antes que las convocatorias de Naciones Unidas, cumbres y convenciones, está el poder del pueblo y los dirigentes surgidos de éste.

Esa noción de democracia es la que está por encima de la carta que las diputadas Lorena Villavicencio y Wendy Briceño le hicieron llegar a la dirigencia de Mario Delgado, con más de 200 firmas de militantes, legisladoras y regidoras de Morena, alegando que la impunidad que caracteriza en México el tratamiento de las denuncias de las víctimas no debía ser solapada por el partido que promete ponerle fin a la justicia ciega.

Tampoco han sido escuchados los pronunciamientos que en tono moderado —en comparación con sus beligerantes estilos personales— han hecho dos importantes feministas de la 4T solicitando que se revise la candidatura de Salgado: la senadora Malú Mícher y la secretaria general de Morena, Citlalli Hernández.

Y si los fieles del presidente López Obrador no fueron atendidos, menos lo será la solicitud de desafuero en contra del guerrerense que, a nombre de Movimiento Ciudadano, presentó ayer Sofía Castro en la Cámara de Diputados. Porque cuando la mayoría legislativa valore el asunto, por encima de las cinco denuncias por acoso y violación sexual, se impondrá el criterio presidencial: el pueblo quiere a Félix y el pueblo nunca se equivoca.

Si Morena fuera un partido, al emitir una resolución sobre el candidato, los cinco integrantes de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) votarían, no necesariamente en conciencia, pero sí en función a sus filias y fobias, como sucedió cuando se le dio entrada a la investigación: dos en contra y tres a favor.

Esta vez vendrá de los comisionados de la CNHJ una previsible repetición de lo dicho oficialmente: no hay sentencia, no hay culpable, no hay problema. Porque Morena no es un partido. Es la marca donde convergen quienes creen en el proyecto del presidente López Obrador.

¿Son machos? Sí, pero son los machistas que el pueblo quiere y que este 6 de junio votará con fe y entusiasmo.

 

 

 

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