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Cruzada por el Ejército

Francisco Zea

Francisco Zea

Línea estratégica

Apenas el domingo pasado escribía de la necesidad de parar los ataques en contra del Ejército y de la urgencia de detener las humillaciones en contra de los militares, y el lunes ocurría el incidente en Acajete, Puebla, en donde al asegurar una bodega con vehículos robados, entre otros productos del crimen, el “pueblo” atacó al Ejército mexicano. Al alcanzar el punto de no retorno, el presidente López Obrador autorizó el uso de la fuerza, proporcionado a la agresión recibida.

Hablando en una mesa en Imagen Noticias con el secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo, Alberto Capella; el de Guanajuato, Alvar Cabeza de Vaca, y el fiscal general de Chihuahua, César Peniche, los tres coincidieron en que estos ataques están minando de forma muy importante la capacidad de persuasión y disuasión de la Guardia Nacional, que hoy el grueso de la población identifica con el Ejército, además de la unanimidad en torno a que, en otro país, estos eventos hubieran acabado con un elevado número de muertos del “pueblo”, sin sorpresa para la opinión pública ni mayores aspavientos ni condenas de ningún sector. Lo esperado de otras Fuerzas armadas de un país es que respondan ante una agresión, que se traduce en un claro ataque a las instituciones, al propio Estado.

La pregunta es: ¿por qué en otro país habría sido normal una respuesta letal del Ejército? La respuesta viene de los pactos sociales por los cuales los humanos hemos creado al Estado. En un principio en el Código de Hammurabi  desde el 1750 A.C, se reconocía la Ley del Talión, el famoso ojo por ojo, que después, la teoría describió como la venganza privada, la facultad de un individuo de cobrarse una afrenta con la misma fuerza que había sido ofendido. Posteriormente, Thomas Hobbes publica en 1651 su Leviatán o la materia, forma y poder en una República eclesiástica y civil. En él, se describe cómo el ciudadano cede su derecho de venganza privada al señor feudal para que éste lo proteja, a cambio de tributo y cesión de sus propios derechos, uno mencionado, la venganza y otros más brutales como el de pernada, que era la facultad del señor feudal de pasar la noche de bodas con cualquier novia que contrajera nupcias en su territorio.

Finalmente y abreviando mucho, llegamos a nuestros días que de una u otra forma, está normado por El Contrato Social o los principios del derecho político, publicado en 1762. Aquí la libertad y la igualdad son fundamentales para que el ciudadano pueda ceder su soberanía al Estado. Esta cesión de soberanía implica la adquisición de derechos y obligaciones. Para simplificar, el derecho de ser protegido por el Estado en su vida y bienes, y la obligación de pagar impuestos y obedecer la ley. Esto, por ende, hace que el Estado, a quien ya cedimos el derecho de la venganza, es decir, de ejercer violencia en contra de alguien, tiene el monopolio de la violencia y el uso de la fuerza pública para protegernos.

Luego entonces podemos entender fácilmente que el Estado, representado por el Ejército, tiene no sólo el derecho de defenderse, sino la obligación de usar la fuerza en contra de aquellos que lo atacan y transgreden la ley. Es así de simple. En otros países, lo entienden; en México, no. Hemos vivido el cuento de que utilizar la fuerza para liberar caminos, proteger bienes, defender el honor y la seguridad de nuestras fuerzas armadas es “represión”. Esto es una mentira fundamental y que nos pone en riesgo a todos. Quizá el día en que el Ejército use la fuerza letal habrá muertos, los cuales no deseo, pero sin duda cientos de miles menos, que si permitimos que el “pueblo” manejado por el crimen organizado mine el respeto y la capacidad de operación de nuestras Fuerzas Armadas.

Paradójicamente, en estos días patrios, específicamente hoy, con una parada militar honramos a nuestras Fuerzas Armadas, las que por otro lado, permitimos que se les falte al respeto y humille. Me parece un acto de hipocresía.

Por ese motivo, desde esta columna hago una invitación, primero al ciudadano Presidente, a la Cámara de Diputados, al Senado, a las organizaciones de industriales y a ciudadanos a emprender una cruzada para “impulsar una cultura de respeto y agradecimiento a las Fuerzas Armadas”, a las que les encargan todo y las responsabilizan por todo. Ojalá que haga eco este llamado, lo reitero de nuevo, en ello se nos va la vida de cientos de miles de mexicanos.

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