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A los jefes, con agradecimiento

Francisco Zea

Francisco Zea

Línea estratégica

Sobre este asunto se han escrito y hoy se encontrarán litros y litros de tinta. Un millar de explicaciones y de teorías de la conspiración. Lo que no puede discutirse es que el atentado en contra de la vida de Omar García Harfuch es un claro desafío en contra del Estado mexicano y para quien lo representa en estos momentos. Primero debemos de tomar en cuenta que la Ciudad de México, aunque bien gestionada por Claudia Sheinbaum, se ha convertido en una de las dependencias más importantes del gabinete del presidente López Obrador y, por ende, en columna fundamental de la 4T. Por tanto, un atentado en contra del segundo funcionario en importancia de la ciudad, después de la jefa de Gobierno, es un mensaje no sólo para la CDMX y el secretario de Seguridad Ciudadana, sino que es una mentada de madre frontal al gobierno de la República.

Lo ocurrido, en el corazón de la zona más fifí del país, con esta crudeza y esa demostración de poder, debe de ser una llamada a la reflexión. Antes de seguir hago un paréntesis, es mucho más importante que se capture a los responsables que los discursos bélicos. Al momento de escribir estas líneas, el gobierno federal y el de la CDMX llevan detenidos a 15 implicados, entre ellos uno de los presuntos autores intelectuales conocido como La Vaca y quien hubiera sido también responsable de la ejecución de los dos extranjeros en la plaza Artz, en el sur de la ciudad. Por eso le digo que son mucho más importantes los detenidos que encendidos discursos en los cuales se “jure venganza y justicia” y, al final, sea una simulación o una herramienta política.

Ante el miedo que provocó este hecho entre la ciudadanía, me parece urgente una política de comunicación social efectiva que destaque que, lejos de la impunidad de tiempos pasados, en este caso han existido resultados inmediatos. No soy ingenuo y entiendo claramente que parte del desafío grosero y directo en contra del Estado mexicano es que los perpetradores sabían que serían vistos, monitoreados y seguidos por las cámaras del C5 y, evidentemente, capturados, y les valió madre. Lo he dicho en varias ocasiones, la base del Estado moderno, gestada desde la teoría de Leviatán de Hobbes y expresada en el pacto social de Rousseau, tiene como uno de sus ejes fundamentales la defensa que el feudal o el Estado hace de la seguridad del ciudadano, quien renuncia a la venganza privada establecida en el código de Hammurabi. Es evidente que este grupo, identificado por el mismo García Harfuch como el CJNG, no sólo buscaba venganza ante las acciones efectivas del secretario en contra de los “narco-mayoristas-menudistas” que, poco a poco, querían aprovecharse de la CDMX. Omar se les puso enfrente, los combatió con valentía y en eso casi se le va la vida. Es una mezquindad de aquellos que quieren ver en su atentado una complicidad con algún grupo delictivo, eso es no tener madre ni respeto a lo que está haciendo día con día. Simplemente hay que analizar las cifras y el descenso en los delitos en la capital del país. Falta mucho, eso es una realidad, pero con Omar se está avanzando. Es evidente que faltan siglos para acabar con la delincuencia, pero qué poca madre que en este país hasta el sacrifico de un buen funcionario se utilice de forma política.

Muchos líderes de oposición al gobierno de la 4T, en sus perfiles públicos, condenan el atentado y en la sombra de los “bots” alientan y pagan campañas para sembrar dudas al respecto de la trayectoria de García Harfuch. Yo, como siempre lo he pedido, si tienen algo más que especulaciones, preséntenlas y dejemos de atentar en contra del propio país y de la certidumbre que le da un buen policía.

Politizar la seguridad pública ha sido, desde siempre, criminal, un error garrafal. He conocido en este ejercicio periodístico una gran cantidad de jefes policiacos. Absolutamente a todos les han atribuido corruptelas y complicidades. Algunos han resultado actores importantes para capos del crimen organizado, pero la gran mayoría son mujeres y hombres que todos los días dejan en las calles su extenuante labor, que no conocen horarios, días festivos ni vacaciones, que en muchas ocasiones el día se les hace noche y la noche día, que arriesgan su vida a los límites más inimaginables por servir al país, sin contar que también arriesgan la seguridad de esposas, esposos e hijos. Entiendo que ya no tenemos capacidad de ver héroes, porque hemos visto mucha porquería, porque son muchas las corruptelas, pero me precio de conocer a tipos de una sola pieza que han impedido que a este país y a sus entidades se las cargue el carajo, por su sacrificio personal y el de todos sus policías, gente buena y honorable que ganan poco y arriesgan montones. A esos jefes que sólo merecen mi reconocimiento y la gratitud de muchos que los conocemos les dedico esta columna, Omar, Alberto (Beto), Maribel, Mauricio, Hiram, Edgardo, Bety, Juan Marcos, Alfonso, Renato, José Ramón. A ustedes, mi reconocimiento y el de muchos mexicanos que sabemos que se parten la madre todos los días y ponen en peligro a sus familiares. No pongo apellidos, no por falta de compromiso con ustedes, sino porque sé que de nada les sirve, pues este país y este Estado, lejos de protegerlos, los tiene más exhibidos que a los delincuentes. Pero sin duda somos millones los que estamos agradecidos con ustedes.

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