Un Trump recargado frente a México

Que el insulto no fuera dirigido al excanciller Marcelo Ebrard no exonera al emisor. No sé a quién consuele que el destinatario del exabrupto haya sido el presidente Joe Biden, pues de cualquier manera se confirma el talante prepotente, provocador y pendenciero del ...

Que el insulto no fuera dirigido al excanciller Marcelo Ebrard no exonera al emisor. No sé a quién consuele que el destinatario del exabrupto haya sido el presidente Joe Biden, pues de cualquier manera se confirma el talante prepotente, provocador y pendenciero del candidato republicano y su insistencia en atizar la polarización, no obstante el atentado, por fortuna fallido, que acaba de sufrir y que, independientemente del autor y sus hasta ahora desconocidas razones, sube la temperatura de la contienda, de por sí exaltada e inflamable, en la que migración y fentanilo –y, por tanto, México– están en el centro del debate.

La confusión de Ebrard, al ponerse un saco que no le correspondía, y la virtual Presidenta electa haciéndole segunda, junto con el aparato propagandístico del régimen, es más que una anécdota socarrona, pues alerta contra la improvisación y el arrebato en el delicado ámbito diplomático, tan degradado en los últimos años. Pero lo más grave está en los dichos que sí implican al gobierno mexicano, que no fueron desmentidos porque están corroborados por los hechos y cuya jactancia adelanta lo que debe esperarse de una eventual segunda presidencia de Donald Trump con respecto a nuestro país.

La amenaza de aranceles en 2019 impuso al gobierno mexicano la política antiinmigrante de la Casa Blanca, misma que se mantiene hasta la fecha. Se pudieron establecer medidas recíprocas que afectaran a estados gobernados por republicanos, acudir a instancias judiciales de Estados Unidos y hacer causa común con la mayoría demócrata en el Cámara de Representantes y con legisladores del propio partido del presidente norteamericano que se oponían a violar y comprometer el T-MEC, incluso Ebrard se reunió con Nancy Pelosi, pero López Obrador optó por aceptar las exigencias de su homólogo, asignando a 28 mil militares de la Guardia Nacional para la contención y persecución de migrantes y aceptando en los hechos ser Tercer País Seguro, es decir, recibir a decenas de miles de solicitantes de asilo.

La crisis humanitaria que padecen los migrantes en México es resultado de esa decisión y, siendo trágica y desgarradora, sería mucho peor si Trump cumple su promesa de deportar a entre 15 y 20 millones de personas. Aunque fuera la décima parte, el país no tendría capacidad de recibirlos porque, en los hechos, ya está rebasado con los que están en albergues, viviendo en condiciones deplorables. No hay nadie más vulnerable que un migrante sin papeles, máxime si se es mujer, niña o niño. Para atravesar el país se exponen a las autoridades que extorsionan y a los criminales que secuestran, reclutan sicarios, los explotan en las redes de trata o los matan.

Algunos sostienen que la elección de noviembre está decidida tras el intento de asesinato y que las potentes imágenes épicas del acontecimiento alimentarán la campaña con el martirologio de quien salvó la vida milagrosamente, levantándose con la sangre escurriéndole de la oreja y llamando a sus seguidores a pelear con el puño en alto. A contracorriente, me parece prematuro descartar la victoria demócrata después de que agitaron el tablero electoral con la histórica decisión del presidente Biden de hacerse a un lado y respaldar a Kamala Harris. Finalmente, Trump sigue arrastrando un amplio rechazo, las causas penales y el asalto golpista al Capitolio no están superados y ahora él deberá lidiar con el tema de la edad. Pero no hay duda que hoy el triunfo del expresidente tiene altas probabilidades.

Si Trump gana, su gestión sería más radical que la primera, no sólo porque ya no se contendría pensando en la reelección, sino también porque literalmente se vende como dictador, proclama que toca suelo de realidad con la impunidad que acaba de aprobar la Corte Suprema para el presidente. Además, trascendió el Proyecto 2025, elaborado por la Fundación Heritage, vinculada a él, que plantea terapia de choque del conservadurismo identitario y nativista. Para los extremistas de MAGA, México es parte central del problema y más nos vale que nos encuentren unidos. Pero acá tenemos nuestro propio populismo encumbrado que se obstina en acabar con la República y su democracia. Así, ¿cómo?

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