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Ley de protección animal

Federico Döring

Federico Döring

En un hecho sin precedentes, en la Ciudad de México por fin se le ha dado justicia a una víctima que carece de voz, pero sufre por la crueldad y desinterés de algunas personas.

Por primera vez en la historia un individuo fue vinculado a proceso por maltrato animal en la CDMX, sentando un precedente de justicia para los animales, una asignatura pendiente por parte de las autoridades ejecutoras, pese a que el marco jurídico ya era vigente.

El actual Código Penal de la capital del país establece penas que pueden ir de los dos y hasta los cuatro años de cárcel para quien lastime o cause la muerte de un animal de manera intencional o por negligencia. Para la aplicación de las sanciones la Procuraduría General de Justicia local cuenta con la Fiscalía Desconcentrada de Investigación en Delitos Ambientales y en Materia de Protección Urbana (Fedapur).

Tras una audiencia inicial, un juez determinó vincular a proceso al sujeto identificado como Fidel Alcántara, quien cobardemente roció de solvente y prendió fuego a la perrita Lala, en un hecho miserable pero lo suficientemente documentado y probado como para que un juez de control tuviera a bien ponerlo a disposición del Ministerio Público.

Y el hecho no pudo ser mejor recibido y celebrado, tanto por organizaciones civiles de protección a animales, como por quienes no somos capaces de comprender al desecho humano que comete un acto tan cobarde en contra de quienes no tienen nada más que cariño y amor hacia nosotros. Con ello se abre una nueva historia de justicia animal y si bien el mejor remedio siempre será la educación y el propio afecto hacia ellos, resulta positivo saber que la crueldad será por fin efectivamente castigada y con penas ejemplares.

La legislación en esta materia en el país aún es poco contundente. Aunque 31 entidades federativas cuentan con una ley de protección animal, no hay claridad en sus alcances y sanciones, menos aquellas que son de carácter penal.

Por lo pronto, bien por la Fedapur en la aplicación de la justicia para quienes carecen de voz, pero tienen sentimientos y nos dan todo su amor incondicional. Que el caso sirva de ejemplo y no sea el último, pues las redes sociales están plagadas de casos de violencia contra los animales, y si no hay educación para erradicarla, entonces que haya castigo.

Sin embargo, mientras las personas no aprendemos a respetar las vidas ajenas, tanto humanas como animales, nunca habrá legislación ni penas que alcancen para corregir esta conducta.

 

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