Logo de Excélsior                                                        

¿Y en África, qué con el covid-19?

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Científicos y médicos están todavía tratando de encontrar los factores que expliquen por qué el índice de propagación del coronavirus es tan bajo en el continente africano, sobre todo en la región subsahariana. Nada que ver con lo experimentado en China, Irán, Europa y América. Puede ser —dicen— que la epidemia está ahí aún en sus inicios y que cuando avance, la extrema vulnerabilidad de la mayoría de esas naciones provoque una verdadera catástrofe humanitaria. Sin embargo, a pesar de que el covid-19 no se ha manifestado en esa región con tanta furia, sus coletazos están siendo ya devastadores para la mayor parte del continente.

Naciones como Etiopía, Sudán, Sudán del Sur, Nigeria y República Democrática del Congo, por ejemplo, están ya sufriendo en tres áreas fundamentales: seguridad alimentaria, finanzas nacionales e industria turística. Todo ello como un daño colateral de la pandemia en curso en el resto del mundo. Esto porque muchas de esas zonas, pobladas por millones de personas, dependen, en gran medida, de la ayuda humanitaria internacional para su alimentación y su abasto de agua.

La desestabilización de las cadenas de abastecimiento, generada por el cierre de fronteras y la limitación internacional de los intercambios comerciales como medidas de antipropagación del covid-19, han roto esa dinámica, de tal suerte que las consecuencias apuntan a ser catastróficas para esas frágiles economías africanas.

En su publicación de abril pasado, el Programa Mundial de Alimentos advirtió que los daños colaterales de la pandemia podrían duplicar el número de personas en el mundo en condición de hambre aguda. La cifra llegaría así a 265 millones para fines de este año, con una parte de ese conglomerado habitando en los cinco países africanos arriba citados. En lo financiero, no sólo se trata de naciones con bajísimos ingresos fiscales, sino que algunas de ellas están experimentando una agudización de sus crisis económicas debido al desplome de los precios del petróleo y sus derivados, lo que constituye globalmente el 40% de las exportaciones africanas. Países como Nigeria, Angola, Argelia y Guinea Ecuatorial están en graves problemas debido a su dependencia desproporcionada a sus ventas de crudo. Nigeria, por ejemplo, obtiene el 86% de sus ingresos por exportación del petróleo y, como bien sabemos, el consumo de ese energético se ha encogido durante la pandemia a niveles extremos. Y para los países africanos que no son productores de crudo, la situación es aún peor.

Otro rubro en el que la pandemia en América, Europa y el Lejano Oriente ha afectado a las naciones subsaharianas, es el de las remesas que, de acuerdo a un reporte del Banco Mundial, fueron en 2019 del orden de 46 mil millones de dólares para dicha región. Somalia, Mali, Gambia, Lesotho, Cabo Verde, Liberia, Zimbabwe, Senegal, Togo, Nigeria y Ghana han contado, tradicionalmente, con los envíos de recursos generados por sus connacionales que laboran en distintas partes del mundo, y eso constituía un cierto apoyo a sus frágiles economías. Ahora, con la crisis sanitaria en curso, esas remesas se están reduciendo, así como lo estamos experimentando nosotros en México. El Banco Mundial calcula que para las citadas naciones subsaharianas la reducción en estos meses será en promedio del orden del 23%.

El negro panorama también se conecta con el encogimiento del turismo con el que la región contaba en ciertos puntos específicos y que le retribuían con muy necesarias divisas. Para Kenia, por ejemplo, que tenía a la industria turística como fuente del 10% de su PIB, la desaparición casi total de la posibilidad de viajar, está siendo un golpe devastador para su economía.

Por último, una carencia más que se avecina para esa región tiene que ver con el nuevo reparto de los recursos económicos dedicados al combate de las diversas enfermedades. Es previsible que parte de los presupuestos antes dedicados a tratamientos de malaria y sida, con alta prevalencia en esa región, sean ahora canalizados al covid-19, con el consecuente descuido de las enfermedades que tradicionalmente han aquejado a las poblaciones del sur del continente africano. En síntesis, si bien hasta ahora el coronavirus ha sido mucho menos letal en la región subsahariana que en la mayor parte del mundo, el cataclismo desatado por su alteración tan extrema de la vida general del planeta, hace que las ondas expansivas de sus efectos estén siendo ahí tan feroces como el mismo virus.

Comparte en Redes Sociales