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La postura de Kamala Harris ante Medio Oriente

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

 

Entre quienes piensan, dentro y fuera de Estados Unidos, que una reelección del presidente Trump sería una pésima noticia para los norteamericanos, y para el mundo en general, la nominación de Kamala Harris a la candidatura por la vicepresidencia demócrata fue recibida con entusiasmo por la conjunción de sus atributos: ser mujer, pertenecer, étnicamente hablando, a la minoría afroamericana y asiática de su país y, desde luego, el haberse mostrado como una inteligente y bien articulada representante de la ideología del partido demócrata en su vertiente centrista. Sus características personales son, sin duda, atractivas no sólo para los simpatizantes tradicionales de ese partido, sino quizás también para los republicanos moderados desencantados de Trump, lo mismo que para las minorías diversas que conforman el crisol de la sociedad norteamericana y que durante la era Trump se han visto acosadas por el nativismo agresivo de las corrientes supremacistas blancas.

La trayectoria de Kamala Harris en el aparato judicial, como senadora por California y como precandidata demócrata a la presidencia, le han brindado las plataformas desde donde ha dado a conocer sus posiciones en una diversidad de asuntos. De tal suerte que bastante sabemos ya de cómo se coloca políticamente hablando, de cara a las temáticas concernientes a  Oriente Medio. En buena parte de ellas se ubica en oposición a las políticas de Trump, recuperando muchos de los lineamientos tradicionales tanto del partido demócrata como de gobiernos republicanos previos, para los que, por ejemplo, la solución para el conflicto palestino-israelí debía basarse en la fórmula de “dos Estados para dos pueblos”, postulado que Trump, en cambio, decidió abandonar. En ese mismo ámbito, Harris ha sostenido una línea mucho más equilibrada, ya que si bien urgió a Trump a oponerse al proyecto de anexión israelí del 30% de Cisjordania y a restaurar la ayuda económica a la Autoridad Nacional Palestina, simultáneamente ha mantenido la necesidad de seguir apoyando a Israel y ha asistido con frecuencia a reuniones con la organización AIPAC que representa al lobby judío proIsrael en Estados Unidos.

Kamala Harris, al igual que Joe Biden, se opuso a la decisión de Trump de abandonar el acuerdo nuclear con Irán firmado por Obama junto con los líderes de Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania. Este acuerdo que establecía el compromiso de Irán de no desarrollar armas nucleares a cambio del levantamiento de las duras sanciones económicas que pesaban sobre la república islámica fue calificado por Trump como el peor acuerdo jamás firmado por Estados Unidos. En contraste, Biden y Kamala Harris siguen estando convencidos de la conveniencia y utilidad de tal acuerdo gracias al cual —sostienen ellos— el mundo estaría más seguro, por lo que proponen retomarlo de alguna manera.

Respecto a Arabia Saudita y su participación en la larga guerra civil en Yemen, la postura de Harris es abiertamente crítica y con propuestas concretas de cancelar la venta de armas al reino árabe, además de que a su líder, el príncipe Muhamed bin Salman, se le ha condenado reiteradamente por el asesinato en Estambul del periodista del Washington Post, Jamal Khashoggi.

Uno más de los profundos desacuerdos de Kamala Harris con la política de Trump respecto al Medio Oriente se refiere a la decisión tomada el año pasado de retirar las fuerzas militares norteamericanas del noreste sirio, dejando desamparados a los milicianos kurdos y sus familias ante la embestida de las tropas turcas que de inmediato arremetieron contra ellos a sangre y fuego hasta expulsar a sus remanentes de la zona. Harris también ha evidenciado que a Bashar al Assad, presidente de Siria, no puede considerársele más que como un criminal de guerra. Y también ha apoyado el reconocimiento por parte de Estados Unidos del genocidio armenio a manos de los turcos.

En síntesis, puede afirmarse que ella retoma los puntos más importantes de la agenda demócrata tradicional sin inclinarse hacia posturas de extrema izquierda que pudieran generar desconfianza en el votante demócrata promedio. Es claro que la política exterior no es, en estas circunstancias, lo que determinará la decisión de los electores. Sin embargo, estas definiciones respecto al Oriente Medio, compartidas por Biden y Harris, son un botón de muestra de que dentro de sus prioridades está sin duda reconstruir muchos de los equilibrios perdidos durante el mandato de Trump en tantas y tantas áreas.

 

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