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En el G7, Macron, Trump e Irán

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Una presencia inesperada en la reunión cumbre del G7 celebrada hace unos días en Biarritz, Francia, fue la del canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, quien llegó a la sede del encuentro por invitación del presidente francés, Emmanuel Macron. Como es sabido, los miembros europeos del G7 no concuerdan en absoluto con la decisión de Trump de abandonar el acuerdo con Irán en el tema nuclear, y por tanto, se han esforzado desde hace más de un año en tratar de recomponer las cosas. Su interés tiene que ver tanto con consideraciones de índole geoestratégica y de seguridad, como con oportunidades económicas y de negocios que han quedado truncadas a partir de las sanciones primarias y secundarias impuestas por el inquilino de la Casa Blanca.

Al parecer, Macron intentó ser creativo y arriesgado con la invitación a Zarif. Ejercitando sus habilidades diplomáticas, el presidente francés consiguió restablecer una cierta cercanía con Teherán, empujando sutilmente a Trump a aprovechar la situación para dar un cierto giro en su postura respecto al tema iraní. Es probable que Macron haya calculado que, dado el historial atropellado y contradictorio de Trump con respecto a Corea del Norte, también en el caso de Irán existía la posibilidad de un cambio en la perspectiva trumpiana, con lo que a su vez se promovería una disposición del régimen iraní a entrar en contacto y negociar con su actual adversario.

Lo cual hacía sentido. Trump estaría encantado si pudiera tomarse la foto con el presidente Rohaní o sus enviados a punto de sentarse a discutir nuevos términos para un acuerdo alternativo; podría presumir que a fin de cuentas, él se estaba saliendo con la suya en este espinoso asunto, y más allá de que hubiera o no resultados concretos al final del camino, mientras tanto, el evento le podría redituar un aumento en su popularidad interna de cara a la próxima elección. En síntesis, un hitazo en términos de política exterior. La anuencia mostrada por Trump en Biarritz a contemplar la posibilidad de conversar con los iraníes avala estos supuestos.

Pero si bien en un principio el canciller Zarif pareció estar dispuesto a entrar en el juego, seguramente con la aprobación del presidente Rohaní en cuanto el sector duro del régimen iraní, encarnado por el ayatola Khamenei y la Guardia Revolucionaria, vislumbró la posibilidad de regresar a la mesa de negociaciones en condiciones para ellos humillantes, la descartó de manera enfática. La presión para que el presidente Rohaní diera marcha atrás en la idea de retomar los contactos con Washington fue clara y abrumadora. Un comentario en la prensa conservadora iraní, dirigido al mandatario del país persa, lo ilustra cabalmente: “Una negociación con Trump nos va a significar otra pérdida más y otro desastre como el que le sobrevino a nuestra nación con el acuerdo de 2015 (…) no tendría otro resultado más que el de dar un regalo a Trump en las elecciones presidenciales. “La conversación telefónica de usted (presidente Rohaní) con el expresidente Obama en 2013, fue un gran regalo para él y un todavía mayor insulto para la nación iraní”. El autor de este comentario registrado hace dos días es el editor en jefe del periódico Kayhan.

El resultado de estas presiones se evidenció a las pocas horas. El primer mandatario de Irán declaró: “Si alguien está solamente buscando una oportunidad fotográfica con Hassan Rohaní, que sepa que no es posible, a menos que se levanten todas las sanciones y se respeten los derechos de la nación iraní; sólo eso traerá un cambio en el juego”.

El estado de cosas actual parece indicar que a pesar de los oficios de Macron para romper el statu quo, proseguirá la mala sangre entre los Estados Unidos e Irán. Pero una ganancia concreta que quizá obtenga Irán con el viaje a Francia de Zarif es, sin duda, la negociación iniciada entre Macron y los iraníes, destinada a aprobar una línea de crédito a favor de Irán por el monto de 15 mil millones de dólares. Cuestión que contó con la aprobación de Trump, quien por el momento no la objetó al considerar que se trata de un buen negocio que cuenta con el respaldo financiero necesario del que se pueden beneficiar varios actores. Así pues, la saga de la atropellada y compleja relación de Irán con la comunidad internacional sigue generando mucha preocupación y pocas esperanzas de un arreglo pronto que desactive su potencial amenazador.

 

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