Continuando la eterna lucha contra la radicalización y el terrorismo

El terror que azotó a la ciudad de Christchurch, el 15 de marzo, nos conmocionó a todos. No hay dos países más cercanos y hermanados que Australia y Nueva Zelanda. Compartimos un legado, el mismo idioma, tradiciones culturales y jurídicas, y un legado militar que se ...

El terror que azotó a la ciudad de Christchurch, el 15 de marzo, nos conmocionó a todos. No hay dos países más cercanos y hermanados que Australia y Nueva Zelanda. Compartimos un legado, el mismo idioma, tradiciones culturales y jurídicas, y un legado militar que se remonta

hasta Gallipoli. Sobre todo, compartimos los mismos valores democráticos y respetuosos de la ley. Y somos dos de las sociedades multiculturales más exitosas del mundo.

Por lo tanto, en la embajada de Australia nos horroriza que un australiano enfrenta cargos por este aberrante acto. Esta atrocidad repleta de odio no nos define como tampoco lo hace con nuestros primos al otro lado del mar de Tasmania. Esta infamia confirma que la lucha contra los prejuicios y la radicalización está lejos de ser ganada.

No tenemos opción alguna, debemos continuar librando esta lucha. Las campañas y programas comunitarios y la educación pueden lograr mucho para modificar las formas de pensar y los comportamientos. Las leyes pueden brindar protección cuando estas medidas no son exitosas, como sucede inevitablemente.

Sólo las medidas más sólidas y de colaboración son eficaces una vez que el prejuicio y el odio se transforman en terrorismo. Con otros países, los australianos han estado en primera fila de esta lucha. Agencias de inteligencia y de seguridad colaboran con aliados extranjeros para prevenir ataques. Trabajamos en el ámbito internacional para elaborar e implementar sanciones que restrinjan la capacidad de los terroristas para obtener armas, fondos y adeptos.

Participamos en programas internacionales encaminados a prevenir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo, mediante el intercambio de información y la implementación de regulaciones financieras para rastrear los flujos de dinero ilícito.

El ataque en Christchurch también evidencia cómo los terroristas sacan provecho de internet para diseminar propaganda y reclutar. La comunidad global debe prevenir el uso de las redes sociales con estos fines, mediante la colaboración en regulación digital. En Australia, el gobierno puede, y lo hace, obligar a los sitios web con dominio en Australia a que eliminen material ofensivo e ilegal y estamos analizando cómo fortalecer esta legislación.

El ataque nuevamente prueba que identificar y detener a cada posible terrorista es prácticamente imposible. Eso debería ser razón de peso para motivarnos e impulsarnos. El ataque en Christchurch no fue sólo un ataque contra una comunidad en particular. Fue una agresión hacia todos los que atesoramos el respeto, la aceptación y los valores de sociedades libres y pacíficas. Todos y cada uno de nosotros podemos jugar un papel en asegurarnos que esos valores nunca sucumban a lo peor de la humanidad. Se lo debemos a las víctimas. Que descansen en paz.

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