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El ciclo urbano del agua y la incomprendida importancia del cobro

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Ramón Aguirre García

De manera similar a lo que conocemos como el “ciclo del agua”, en la literatura se define como el “ciclo urbano del agua” al circuito que inicia con: a) la captación, ya sea por medio de tomas directas de ríos, lagunas o presas, o mediante pozos, b) la potabilización o cloración, dependiendo de la calidad del agua de la fuente de abastecimiento, c) la distribución del agua potable, a través de la red, d) consumo, ya sea doméstico, comercial, industrial o de servicios, e) la recolección de las aguas residuales, a través de la red de drenaje y, f) el tratamiento, que permite reintegrar el agua no consumida a la naturaleza con una calidad aceptable.

Aunque el ciclo urbano del agua inicia con la captación en la fuente de abastecimiento, la fase de mayor importancia, que detona el proceso y determina la infraestructura requerida, es la del consumo, y en países como México, donde muchas ciudades se encuentran con una baja disponibilidad de agua, resulta indispensable controlarlo y disminuirlo, ya que si el consumo es muy alto, obviamente, la cantidad de agua necesaria para atender la demanda será muy alta también.

Desafortunadamente, es una realidad, para una muy buena parte de la República Mexicana, que el agua es un recurso escaso y debemos tener claro que los costos asociados por llevar más agua potable a las ciudades son cada vez mayores, dado que las fuentes de abastecimiento cercanas y baratas ya no existen. Bajar el consumo al mínimo indispensable es estratégico, fundamental, y aquí hay que considerar tres aspectos: un cobro justo, campañas de comunicación social sobre el uso eficiente del agua y la eliminación de las fugas en las redes de distribución.

Es indiscutible el aspecto prioritario que tiene el contar con redes eficientes donde no se pierda el agua por lo que las fugas deben minimizarse y controlarse. Las campañas de comunicación social sobre el uso cuidadoso y responsable del agua son importantes, ayudan a generar conciencia, pero no son suficientes, ya que un relativamente bajo porcentaje de la población atiende al llamado.

La experiencia internacional nos indica que el elemento que tiene mayor impacto en la disminución del consumo es el cobro efectivo y la regla general es que para tarifas altas corresponden consumos bajos y viceversa. Por ello, se requiere de la implementación de un sistema tarifario que, por una parte, cuide al agua como un derecho humano, haciendo accesibles las tarifas, ajustándolas para los consumos básicos a la capacidad de pago de los diferentes usuarios, al mismo tiempo de establecer tarifas realistas que permitan recuperar los costos para los consumos que no sean los básicos.

Si logramos contar en el país con tarifas adecuadas seguramente los consumos bajarán a los mínimos, nuestras fuentes de abastecimiento nos darán una solución a un plazo mayor y los organismos operadores podrán contar con recursos para cumplir mejor con su responsabilidad de otorgar servicios de calidad.

No es apropiado mantener bajas tarifas para todos los niveles y tipos de consumo, como las que actualmente se tienen en la mayor parte de las ciudades, ya que no contribuye a la solución del problema y afecta más a los más pobres, que son quienes más pagan por el agua cuando el servicio no es el adecuado.

Sin una cobranza efectiva, la solución a la problemática del abasto a las ciudades se complica enormemente. Al decir que el agua es un recurso escaso y valioso, debemos tomar en cuenta una regla universal: lo que no cuesta no se valora.

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