El poder según el realismo: claves de la Seguridad Nacional 2025
DESAFÍOS DEL ORDEN MUNDIAL

columnista invitado global
Amos Olvera Palomino
La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) 2025 de la administración Trump ha generado un aluvión de reacciones dentro y fuera de Estados Unidos. Entre ellas destaca el análisis de Greg R. Lawson, publicado en The National Interest el 5 de diciembre de 2025 bajo el título traducido El realismo de sentido común de la Estrategia de Seguridad Nacional. Allí, Lawson sostiene que Washington, tras décadas de inercia estratégica y ambiciones desmesuradas, finalmente ha adoptado una doctrina “realista de sentido común”: un retorno a los fundamentos materiales del poder, a la priorización geopolítica y a la renuncia explícita a los impulsos moralistas que dominaron la era posterior a la Guerra Fría.
Esa lectura —crítica pero elogiosa— invita a una reflexión más profunda. ¿Es la NSS 2025 realmente un giro realista y necesario, o es una reinterpretación oportunista del realismo para justificar un repliegue emocional e ideológico? ¿Supone una corrección estratégica o el síntoma de una hegemonía fatigada? El artículo de Lawson ofrece claves valiosas para abordar estas preguntas.
La gran ruptura: adiós a la unipolaridad complaciente
Lawson señala que, durante décadas, la política exterior estadounidense operó bajo los supuestos del “Fin de la Historia” y del “Momento Unipolar”. Aquella convicción —dominante desde los años 90— sugería que Estados Unidos podía moldear el orden global a su imagen, guiado por valores universalistas y respaldado por una primacía militar incontestable. La NSS 2025, según Lawson, se deshace finalmente de esa ilusión.
En su lectura, el documento parte de una premisa clara: Estados Unidos ya no puede ser Atlas, no puede sostener indefinidamente un orden global sin contrapesos. La prioridad no es ya la transformación del mundo, sino su gestión pragmática. Por ello, el texto coloca a China como desafío estructural, al Indopacífico como prioridad estratégica, y a la geoeconomía —reindustrialización, tecnología crítica, cadenas de suministro resilientes— como el corazón del poder nacional.
Este punto es particularmente relevante. Lawson subraya que la NSS 2025 reconoce explícitamente que la política exterior empieza en casa: sin una base industrial sólida, sin capacidad manufacturera y sin liderazgo tecnológico, el poder militar y diplomático es mera retórica. La afirmación es coherente con el resurgimiento de un consenso bipartidista: la competencia del siglo XXI se libra menos en portaaviones y más en semiconductores.
El realismo de las alianzas: menos liturgia, más transacción
Un aporte central del análisis de Lawson es su interpretación del tratamiento que la NSS 2025 da a las alianzas. Durante años —argumenta— Washington actuó como un proveedor automático de seguridad, mientras muchos aliados se beneficiaban sin asumir costos proporcionales. El documento de 2025 rompe con esa tradición: las alianzas dejan de ser reliquias sagradas para convertirse en instrumentos condicionales.
Lawson celebra este giro. Considera que, por primera vez desde Nixon, Estados Unidos formula una visión estratégica que exige reciprocidad material real, especialmente en Europa, donde —según él— persiste un “oportunismo” de seguridad subvencionado por Washington. La NSS 2025 pide claridad operativa, reparto de cargas efectivo y misiones funcionales adaptadas a la competencia entre grandes potencias.
Este diagnóstico contrasta agudamente con la lectura pesimista que otros analistas han hecho de la NSS. Por ejemplo, Marek Magierowski, también en The National Interest (5/12/2025), en un artículo cuyo título traducido es Europa como declive civilizatorio: una lectura crítica de la NSS, denuncia que el documento retrata a Europa como un continente en “declive civilizatorio”, una interpretación que, en su opinión, exagera los síntomas y contribuye a deteriorar la relación transatlántica. Sin embargo, para Lawson esa dureza no es un desprecio, sino una necesaria verdad incómoda para recuperar la coherencia estratégica.
El punto ciego: Rusia como oportunidad perdida
El único reproche fuerte que Lawson hace a la estrategia es su tratamiento insuficiente de Rusia. Desde su perspectiva, el interés vital de Estados Unidos es evitar un bloque sino-ruso consolidado, y para ello la diplomacia triangular al estilo Nixon-Kissinger sería indispensable. La NSS 2025 reconoce el problema, pero —según Lawson— no ofrece la audacia transaccional requerida para separar a Moscú de Pekín.
Es un punto crucial. Si China es “el desafío que marca el ritmo”, como afirma la NSS, entonces la convergencia estratégica entre Moscú y Pekín representa el mayor multiplicador de poder para el rival sistémico estadounidense. Lawson acierta al señalar que centrarse exclusivamente en Ucrania, sin visión estructural, limita la capacidad de Washington para modelar el equilibrio euroasiático.
El hemisferio como bastión: el nuevo “Corolario Trump”
La NSS 2025 también reactiva el instinto hemisférico. Lawson interpreta esta sección como una adaptación contemporánea de la Doctrina Monroe, aplicada a fenómenos como el narcotráfico, la influencia china y las crisis migratorias. Es, en su lectura, una reafirmación de que Estados Unidos defenderá su entorno estratégico inmediato de cualquier penetración externa significativa. El realismo hemisférico, para Lawson, no implica aislacionismo, sino jerarquización del interés vital.
Otras lecturas —como la de Federico Merke en Cenital (8/12/2025)— consideran esta orientación más emocional que estratégica, una especie de refugio psicológico en un mundo cada vez más ingobernable. Pero Lawson la presenta como continuidad realista: un Estado protege primero su entorno más cercano.
Una corrección estratégica… o una redefinición interestatal?
Lawson concluye que la NSS 2025 constituye el avance intelectual más significativo desde la era Nixon. Esa afirmación es ambiciosa, pero no carece de fundamento. En efecto, el documento recoge muchos de los argumentos del realismo contemporáneo: priorización, autocontención, equilibrio, poder económico y selectividad diplomática.
Sin embargo, la pregunta crucial permanece abierta: ¿estamos ante un realismo de sentido común, como afirma Lawson, o ante un realismo de conveniencia, como sugieren otros críticos? El énfasis en la transacción, el abandono tácito de ciertos compromisos internacionales y la redefinición emocional de aliados y rivales podría interpretarse tanto como un ajuste necesario como un síntoma de desgaste hegemónico.
La fortaleza del análisis de Lawson reside en ofrecer una lectura estructurada, alejada del sensacionalismo. Coincide en que la NSS 2025 corrige excesos del pasado y reconstruye una visión estratégica más coherente. Pero aun dentro de ese marco realista, persisten desafíos: el riesgo de sobrecorrección, la tentación del repliegue selectivo y la posibilidad de que los aliados respondan menos con reformas y más con desconfianza.
Un realismo que marca un punto de inflexión
La virtud del artículo de Greg R. Lawson —The National Interest, 5 de diciembre de 2025— es recordarnos que el realismo no es sinónimo de aislamiento, sino de priorización. Si la NSS 2025 logra consolidar esa lógica, Estados Unidos podría transitar hacia un liderazgo menos ideológico, menos fatigado y más sostenible. Pero si el realismo se convierte en una coartada para la impaciencia, la transacción ilimitada o la desafección con sus propios aliados, entonces la estrategia que Lawson elogia podría terminar acelerando precisamente aquello que busca evitar: un mundo donde Washington ya no sea el arquitecto, sino solo otro actor.
Amos Olvera Palomino
*Analista amosop@hotmail.com