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Angela Dorothea Kasner

Clara Scherer

Clara Scherer

Es importante insistir en que no existe, ni puede existir, relación automática entre el sexo de una persona y la actitud o práctica política que ésta adopte, y esto es una certeza que Angela corrobora. En 1990 fue elegida diputada para el Parlamento Federal y designada ministra de la Mujer y la Juventud. Después, ministra de Medio Ambiente, Protección de la Naturaleza y Seguridad de Reactores Nucleares. Helmut Kohl la llamaba “la muchacha”, con un cierto toque de desdén. La puso a la cabeza de ministerios de segundo rango, como cuota que además procedía de la extinta RDA, con lo que “mataba dos pájaros de un tiro”. Pero hasta a él lo ha sorprendido como mujer que sabe ejercer el poder. Su rápido ascenso en el partido, la Unión Democratacristiana (CDU), comenzó en 1998, cuando fue elegida secretaria general. Con aplicación y tenacidad, Angela Merkel superó a sus competidores.

El desgaste de los dirigentes de su partido, causado por escándalos de corrupción, contribuyó a que una mujer “intachable” tuviera la oportunidad de convertirse en secretaria general: en el año 2000 resultó electa. En 2005 fue candidata a canciller federal por la CDU, asumiéndolo después de la victoria electoral. Desde entonces, Merkel lidera una Gran Coalición compuesta por los partidos demócrata-cristiano y socialdemócrata. Y el mundo volteó la mirada hacia ella.

Su actuación, como su vida, no ha estado marcada por una agenda en favor de la igualdad entre los géneros. Acciones al respecto han sido escasas y más en el sentido de ampliar los derechos de la infancia, lo que repercute en bienestar para las madres y los padres. En 2003 apareció por primera vez en la agenda política el tema del cuidado de niños menores de tres años en centros de atención extrafamiliares; el subsidio para progenitores (pago durante un año de hasta 68% de la remuneración para madres/padres) y la ampliación de la oferta de salas cuna en el territorio occidental del país.

Pero de lo que no hay duda, aunque es difícil de apreciar, es del impacto de la representación de las mujeres sobre el nivel simbólico de las personas. Los resultados de las encuestas muestran que las mujeres de todos los partidos políticos y tendencias encuentran a la señora Merkel más simpática y competente en promedio que a los hombres en una posición comparable. Esto, dicen, “podría entenderse como un pequeño ‘bono de simpatía’ vinculado con el género y como un efecto del significado simbólico”.

Queda también claro que a las mujeres que tienen poder se les desconoce o su condición de mujer o la legitimidad de su poder. Si una mujer es poderosa, entonces no es mujer, y si es mujer, no puede ser poderosa. Rara forma de mirar. Donde más se ha avanzado es en la percepción de que una masculinidad orientada hacia la dominación no es deseable, pues comienza a ser objeto de críticas. Y seguro esta tendencia se acentúa con la llegada del señor Trump a la Casa Blanca. El valor mostrado por Angela al imponer una política de apertura a la migración y protección a refugiados ha sido calificado como “estrategia geopolítica curiosa: el humanismo absoluto”.

Existe un efecto simbólico de una mujer en el poder, pues los prejuicios aún tienen impacto. Como dice Ameenah Gurib-Fakim, primera presidenta de Mauritania: “El poder es la capacidad de ser influyente. Si influyes a largo plazo dejando un legado, ése es el verdadero poder”. Angela, quizás a pesar de sí misma, ha logrado impactar a lo largo del tiempo y a lo ancho del planeta, en la percepción de la importancia de las mujeres en los ámbitos de poder político. Crucial avance. ¡Salud por Angela Merkel, excelente e importante aliada de México!

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