Una tarde soleada de la primavera de este año, un hombre en sus cuarentas altos, jeans, camiseta, tenis, se acercó a saludarme en la calle del Barquillo, en la zona céntrica de Madrid. No lo conocía ni lo reconocí. Se identificó con naturalidad y buen semblante. Era uno de los hijos de Carlos Salinas de Gortari. Intercambiamos acaso un par de minutos de generalidades y cordialidades, algún comentario sobre su padre, sobre México, y cada uno siguió su caminata. Venía solo, sin escoltas, no se escondía ni me pareció que llamara la atención de los transeúntes en esa populosa y estrecha banqueta. Era uno más en la tarde madrileña.
Recordé aquel encuentro tras ver ayer las imágenes y leer las afirmaciones de uno de los hijos de Andrés Manuel López Obrador —en sus cuarentas medios— captado al salir de comprar en la zona de tiendas de Westheimer, en Houston. Traía dos bolsas en la mano, sólo eso. Pero tuvo que defenderse en sus redes como si lo hubieran pescado robando. Justificó que no vive de privilegios. Escribió que, como millones de mexicanos, trabaja y paga impuestos, y una frase cuyo sentido ético me fue imposible comprender a plenitud: “No necesito presumir para saber quién soy”. Dos hijos de expresidentes, más o menos de la misma edad, con tres, cuatro décadas de vida por delante.
X: @CiroGómezL
