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¿Y si hubiera marchado con ellas?

Adrián Rueda

Adrián Rueda

Capital político

 

Tras haber sido rebasada y abandonar a su suerte a los ciudadanos ante la turba que le exigía frenar la violencia contra las mujeres, Claudia Sheinbaum salió a repetir que no caerá en provocaciones y anunció que dejará sin castigo los disturbios del viernes pasado.

Muy bien, porque además de ser violentadas, sería un crimen perseguir a las mujeres por exigir protección a una autoridad que sienten lejana ante la escalada de ataques, violaciones y asesinatos en su contra.

A pesar de que muchos que se pronuncian por investigar a los grupos que se infiltraron en la marcha y que vandalizaron el Metro, el Metrobús, vehículos particulares y el Ángel de la Independencia, entre otros inmuebles, decide no hacer nada.

La inacción de la autoridad ante las agresiones, incluso en contra de la sociedad por parte de grupos infiltrados, es debatible, pero lo que es reprobable es la absoluta torpeza con que este asunto se ha manejado desde el principio.

Tras las primeras manifestaciones de mujeres que reclamaban atención y seguridad, la jefa de Gobierno debió tomar una actitud muy distinta a la de declarar simplonamente que no caería en provocaciones.

¿En serio no se le ocurrió a Sheinbaum una mejor respuesta a quienes le exigían cumplir con su deber de protegerlas?

¿Es una provocación que las mujeres agredidas exijan que su gobierno las cuide, incluso de sus propios policías, que fueron señalados como presuntos violadores de una jovencita –cosa que no se ha aclarado– y que piden freno a las agresiones?

Y qué hubiera pasado si en lugar de estigmatizarlas por protestar, Claudia les hubiera dicho que como gobernante y como mujer estaba con ellas y se pondría de su lado. Que marcharía hombro con hombro y se pondría al frente para repudiar las agresiones.

Porque desde que asumió el gobierno se han denunciado secuestros en el Metro, ataques en las calles, desapariciones y crímenes en contra de mujeres, al grado de generar psicosis entre la población.

Alguien debió decirle a la jefa que las mujeres no son sus enemigas, y menos si se sienten violentadas en la ciudad donde viven, estudian o trabajan, y que seguramente muchas de ellas confiaron en que con un cambio de gobierno les iría mejor.

Las manifestantes no son sus enemigas ni la están provocando; están desesperadas porque nadie las cuida y la funcionaria debió entenderlo así; alguien debió explicárselo.

Seguro se hubieran evitado los desmanes del viernes; ahora tiene en contra a las mujeres violentadas, a sus familias y a la sociedad en general, que se siente agredida e indefensa porque las mujeres que exigen no ser violentadas, violentaron a los ciudadanos.

Un “estoy con ustedes” hubiera sido suficiente para invitarlas a resolver el problema de fondo, que es la inseguridad, y no una “mesa de trabajo” para evitar que vuelvan a realizar actos vandálicos en las calles.

 

CENTAVITOS

Por cierto, qué ganas de sufrir del pobre Jesús Orta; o necesita mucho la chamba, o tiene muchos compromisos o de plano es masoquista.

 

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