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Jair Bolsonaro, un radical toma Brasil

El Presidente electo se catapultó por sus declaraciones incendiarias en contra de la homosexualidad, los derechos de las mujeres, el apoyo a la libre venta de armas y su admiración por la dictadura

Ilian Cedeño | 11-11-2018
Ilustración: Horacio Sierra

CIUDAD DE MÉXICO.

“El error de la dictadura fue torturar y no matar”. No piense que se trata del promocional de alguna serie de villanos o el lema de una película de terror. Es la frase que engloba el pensamiento y forma de actuar del próximo Presidente de Brasil, un hombre que ha sido comparado con el mandatario estadunidense, Donald Trump, pero que es más radical que él, un militar que tomará las riendas del gigante latinoamericano a partir del próximo 1 de enero: Jair Bolsonaro.

El ultraderechista Jair Messias Bolsonaro, de 63 años, mantuvo una carrera discreta como diputado federal por dos décadas como abanderado del Partido Progresista. En 1986 lideró protestas y escribió artículos contra el bajo salario de los militares, que le rindieron dos procesos disciplinarios y 15 días en prisión.

Ha sido blanco de críticas por sus declaraciones, mismas que lo llevaron a vencer al socialista Fernando Haddad en segunda vuelta el pasado 28 de octubre.

Desde su irrupción en la política, Jair Bolsonaro se declaró admirador de Trump y analistas no dudan en evidenciar sus similitudes.

De acuerdo con el diario español El País, el discurso de este diputado deja, incluso, corto al Presidente norteamericano. “Los gays son producto del consumo de drogas”, “los policías que no matan no son policías” o “las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas”, son algunas de las frases que lo pusieron en el ojo del huracán.

Es originario de Campinas, Sao Paulo. Parte de su infancia la pasó en El Dorado, una pequeña ciudad en la que pobladores lo recuerdan como un niño tranquilo, a quien le gustaba pescar y estar con amigos.

Cuando tenía 15 años, quedó sorprendido al ver al guerrillero Carlos Lamarca, quien luchaba contra la dictadura militar que se instaló desde 1964 hasta 1985, disparar contra una estación de policía y lograr paralizar al pueblo. Ese episodio lo deslumbró por la forma en que los militares imponían orden, comentó hace años.

El capitán de reserva se graduó a los 22 años en la Academia Militar das Agulhas Negras en Río de Janeiro, una prestigiosa escuela de oficiales del Ejército y a la que estuvo vinculado diez años en tiempo del régimen militar, del que en 1999 dijo que su mayor error “fue haber torturado y no matado”.

No hablamos de cualquier político, es uno que no duda en ofender a las mujeres, que defiende la venta libre de armas, la esclavitud y que preferiría que uno de sus hijos muriera en un accidente a tener que verlo en una relación sentimental con alguien del mismo sexo. “Sería incapaz de amar un hijo homosexual. (...) Para mí estaría muerto de cualquier forma”, afirmó en 2011.

El ultraconservador defiende la “familia tradicional”. Aunque esa lucha no coincida con sus tres matrimonios. En 2013, se casó con Michelle Bolsonaro, su actual esposa, con quien tiene una hija. De sus dos nupcias anteriores tiene cuatro hijos; dos de ellos siguieron sus pasos en la política, uno es senador y otro diputado.

Ofensivo

Un ejemplo de la soberbia de Jair Bolsonaro se dio cuando fue condenado a indemnizar a una diputada a la que le dijo, en 2014, que no la violaría, pues no se lo merecía por fea, y al ser fuertemente criticado aseveró: “No serán la prensa ni el Tribunal Supremo quienes van a decirme cuáles son mis límites”.

Durante su campaña por la Presidencia, hizo uso de las redes sociales y tuvo poca interacción con los medios de comunicación. Su presencia digital fue más fuerte a unas semanas de la elección, cuando el 6 de septiembre fue apuñalado durante un mitin. Convaleciente, siguió promoviendo su bandera política: “Brasil por encima de todo. Dios encima de todos”.

A la victoria

Obtuvo en la segunda vuelta electoral 55.54% de los votos, frente a 44.46% de Haddad, el sucesor del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como candidato del Partido de los Trabajadores (PT).

El 30 de septiembre pasado, miles de personas se manifestaron en múltiples ciudades de Brasil y del mundo contra Jair Bolsonaro. Las movilizaciones, agrupadas bajo el lema “Él no”, fueron convocadas para expresar su rechazo a las expresiones misóginas, homofóbicas y racistas del militar.

Como una oleada de devoción lo siguieron miles de brasileños, después de su polémico discurso en 1993. Cita el portal El Comercio: “¡Sí, estoy a favor de una dictadura!”, aseguró Bolsonaro ante la atónita mirada de muchos legisladores, algunos de los cuales se habían unido a grupos guerrilleros para luchar contra la junta militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. “¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!”.

El abanderado del Partido Social Liberal, que opina que las minorías se deben doblegar a la mayoría, ha reconocido su limitado conocimiento económico, una materia en la que deposita su entera confianza en Paulo Guedes, un economista brasileño.

Ya electo, Bolsonaro reiteró que sus ejes de actuación económicos se centrarán en la reducción del tamaño del Estado, privatizando empresas estatales y reduciendo el número de ministerios.

Las armas y su uso liberado en la población es una señal de identidad del próximo mandatario, quien promete “mano dura” contra la delincuencia.

Los evangélicos, que constituyen una cuarta parte del electorado, están enamorados de Bolsonaro, un católico que ha prometido eliminar las clases de educación sexual, derogar los derechos de los homosexuales y frustrar cualquier intento de aliviar las estrictas leyes de aborto.

Muchos brasileños lo ven como la única opción para evitar el retorno al poder del Partido de los Trabajadores, cuyo fundador, Lula da Silva, cumple una condena de 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero.

Carlos Melo, politólogo de Insper, una de las principales escuelas de negocios de Sao Paulo, sostuvo que Jair Bolsonaro capitalizó hábilmente una polarización que se ha profundizado con la caída de Lula. “Las raíces de su apoyo están en la radicalización política que ha florecido en Brasil”, aseguró Melo. “Jair Bolsonaro es un símbolo de esta transición”.

Se trata, pues, de un hombre que prometió gobernar con mano de hierro y que ya empezó a delinear sus primeros ajustes, entre ellos, colocar francotiradores en las favelas para acabar con los presuntos delincuentes.

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