Peligra Uber en Londres debido a nuevas leyes burocráticas
Impondrán onerosas regulaciones lingüísticas y burocráticas, ante la presión de los sindicatos de taxistas

LONDRES.
Los usuarios de Uber sufrieron un tremendo garrotazo legislativo ayer en Londres. La justicia inglesa cedió ante la presión de los sindicatos de taxistas y de su alcaldía socialista para imponer onerosas regulaciones lingüísticas y burocráticas para Uber y sus taxistas.
La imposición de un impopular y avanzado examen semi-profesional del idioma inglés, que durará dos horas y costará $180 libras esterlinas, podría afectar entre 33 mil y 70 mil de los 118 mil taxistas privados de Uber, Lyft, GrabCar y servicios similares.
Buscan despedir 67 mil 101 taxistas privados, un 43% del total, en tres años, muestran documentos de la Transport for London (TFL), el “cartel” gubernamental defensor de las “Black Cabs” o taxis sindicales callejeros.
En este nuevo examen, se les pide a los taxistas que entiendan y escriban pequeños ensayos sobre la vida en Marte, la aurora boreal, la contaminación en ríos y otros temas técnicos y no relacionados con la labor cotidiana de un taxista.
Trinity College Dublin publicó que un 45% de estos aplicantes no pasan el examen B1 Standard of English.
No sólo es un ataque a la libertad para escoger y para el libre mercado, sino que en la Inglaterra nacionalista post-Brexit, Uber apelará la decisión de la Corte Alta inglesa bajo el argumento de “indirecta discriminación por motivos raciales y nacionales”, subrayando que los aplicantes más afectados por este examen son inmigrantes, analfabetos y de bajos recursos.
Sadiq Khan, alcalde musulmán de Londres, cuyo padre inmigrante de Pakistán fue conductor de autobuses gubernamentales, justifica esta medida “xenófoba”:
“(Es necesario que el taxista pueda discutir con el pasajero) como tomar una nueva ruta, hablar sobre las condiciones médicas (un problema de salud que tuviera) o asegurar que cada conductor esté completamente actualizado con las nuevas regulaciones”, es por la “seguridad de los pasajeros” dijo el alcalde Khan, cuya base política y electoral, es precisamente el sindicato-gubernamental que se beneficia.
El Sunday Times, ejemplificó la irremediable “torpeza” del político:
“Puedo escribir y leer, pero este examen escrito me pregunta sobre Marte. No soy un científico. ¿Cómo voy a saber sobre Marte cuando estoy realizando un trabajo de contratación privada?”, dijo Hasan Yasar, un taxista turco quien ha trabajado tranquilamente por 17 años antes de este ataque burocrático que lo pudiera despedir de su empleo.
Cualquier usuario de Uber sabe que puede ordenar instrucciones viales al taxista mediante las Apps de su smartphone sin necesidad de comunicarse oralmente con el taxista. Es particularmente funcional cuando, por ejemplo, este mexicano viaja a Turquía y al no hablar turco, le indica con su teléfono la dirección, sin tener que hablar en un tercer idioma.
El Institute of Economic Affairs de Londres teme que estas regulaciones “de compadrazgo” se reproduzcan globalmente y establece que Uber ha creado “tiempos de espera menores, tarifas más baratas y una calidad de servicio superior” para los usuarios.
Es la criminalización de “un producto impopular en la política”, dice Kristian Niemietz de dicho instituto.
Esta ley réplica otras de las maniobras intelectuales del síndico-laborista Sadiq Khan, quien pidió a los usuarios en 2016, bajo una orden administrativa, el “esperar cinco minutos” antes de tomar el Uber, aunque el taxi estuviese justo a su lado, presionandolo para que tome un taxi callejero en lugar del privado.
“Es pedirle al pasajero que se pare en una pierna, cuente hasta 100 o cante una canción antes de subirse al taxi”, ironizó sobre las políticas anti-Uber británicas, el alemán Niemietz.
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