Héctor Celis: reimaginar la idea de lo humano

El escritor recrea en su primera novela un mundo donde pierden sentido el amor, el arte y el sentimiento de comunidad

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Escritor Héctor Celis

¿Es posible pensar en la idea de casa en un mundo que está totalmente fragmentado? ¿Cómo se gesta el poder en una periferia donde prima la violencia? ¿Qué sentido tienen el amor y el arte cuando todo colapsa? ¿Cómo se puede hacer comunidad en medio de la desprotección?

Éstas son las preguntas que se plantea el escritor mexicano Héctor Celis en las cinco secciones que integran Mar es la Tierra, su primera novela, que tardó seis años en escribir y nació de la certeza de que, más que el mundo o el planeta, colapsará la idea del ser humano moderno.

Cada sección tiene una apuesta estilística distinta. Lo que las une a lo largo de siete capítulos es un mismo universo ficcional: la presencia de la marea negra que va inundando todo, a excepción de un lugar llamado Las Nubes, donde vive un grupo de personas privilegiadas.

Otro hilo es el hecho de que la carne, tanto humana como animal, se vuelve una moneda de cambio; la humana tiene un valor menor que algunas especies animales. También hay minas de extracción de agua que alimentan la economía de este mundo de hiperconsumo”, explica.

El egresado de Teoría del Arte en la Universidad del Claustro de Sor Juana detalla que las preguntas que plantea sobre lo humano tienen que ver con sus alianzas posibles con lo animal.

Sugiero que la idea de lo humano como centro de la Tierra, de la construcción política y social, es un mito en declive, un fracaso muy peligroso, porque eso se está llevando todo. Los personajes reimaginan la idea de lo humano en conexión con lo animal y lo vegetal, donde importa el otro”, dice.

Agrega que en las secciones —El jardín, El fuego, Hotel Imperio, El desierto y Vocal— cohabitan un hombre que vaga por los desiertos con una parvada de cuervos y un puñado de niños, buscando un oasis; dos mujeres que hacen un pacto para tejerse juntas una hamaca y morir acunadas; un niño que espera con su familia el advenimiento de la marea negra y un artista que vende sus ideas de “obras de arte imaginarias” a cambio de comida y techo.

Celis confiesa que la novela busca “cuestionar, poner al lector en un lugar incómodo para que se haga preguntas y descubra que se puede lidiar mejor con estas problemáticas”.

Concluye que la historia retrata la búsqueda por salir del yo y hacer una conexión. “El arte tiene esa intención comunicativa de crear una tierra de trance, de diálogo, de convergencia y de crear lazos al final de cuentas. Lo mismo el amor y la amistad”.

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