‘Algo de un tal Shakespeare’ regresa a los escenarios para celebrar sus diez años de vida

Desde una cocina, entre lechugas, coles y rábanos, de manera “divertida, lúdica e irreverente”, los actores Sara Pinet y Adrián Vázquez evocan la guerra, la violencia y la venganza, pero también el amor y la belleza, a través de la obra Algo de un tal Shakespeare.

Escrita por Adrián Vázquez en homenaje al dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare (1565-1616), esta pieza, de la que se han ofrecido más de 100 funciones, regresa a los escenarios para celebrar sus diez años de vida, los martes del 2 al 30 de abril, a las 20:00 horas, en el Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa).

Consideramos que Shakespeare es el más grande dramaturgo de todos los tiempos. Es el gran homenaje que hacemos a este autor que nos fascina tanto, que nos enloquece; pero que, además, función con función nos sigue llenando de misterio”, comenta Vázquez en entrevista con Excélsior.

Creemos que una de las maneras de honrar a los autores que nos preceden es burlándonos un poco de ellos, dándole a su obra una visión contemporánea e incluso faltándoles al respeto. Nos tomamos ese atrevimiento; pero, al mismo tiempo, lo hacemos para potencializar sus textos”, explica.

Señala que se burlan de todo, desde las costumbres de la época Isabelina hasta el habla y las anécdotas. “La puesta en escena en sí es una gran irreverencia: rompemos esa idea del teatro como recinto inmaculado, como lugar sagrado al que no se le puede tocar ni faltar al respeto. Hacemos un batidero en escena, pero todo lo hacemos contando historias a partir de una manera de concebir el teatro en diferentes poéticas teatrales”.

El dramaturgo y actor detalla que en Algo de un tal Shakespeare, producida por la compañía Los Tristes Tigres, se cuenta a dos voces la trama central de obras como Romeo y Julieta, Macbeth y Titus Andronicus.

Destaca que explora diferentes lenguajes escénicos, como la manipulación y la transfiguración de objetos, la narraturgia, la metáfora del objeto y la mima corporal. Además, explota los recursos inherentes del actor: voz, cuerpo, energía, imaginación y evocación con el mínimo empleo de recursos esceno-técnicos.

Quizá sea la obra en la que más utilería tengamos; pero, en realidad, son pequeñas cosas, mínimas, las que nos ayudan a contar o recrear las anécdotas. Todo recae en la potencia del actor y de la actriz.

Es una mesa de cocina, con esta especie de chef, cocineros, atletas extremos, actores, improvisadores, clowns; no sabemos de dónde vienen estos personajes, lo que sí sabemos es que son los que nos van a atrapar”, agrega.

El director de Los Tristes Tigres detalla que esta obra, como todas las de la compañía, son susceptibles de modificarse, de perfeccionarse. “Desde que la estrenamos, en agosto de 2014, a la fecha, ha habido cambios no sólo en nuestra manera de pensar, de percibir el mundo, en nuestra concepción, atravesamos por una pandemia, sino también a nivel mundial.

Han ocurrido eventos que nos hacen replantearnos nuestra labor como artistas: cuál es el discurso que estamos teniendo, qué es lo que estamos dando, qué es lo que queremos aportar o potencializar; cuál es nuestra visión de la vida diez años después, de la pasión, del amor, del teatro, de Shakespeare”, añade.

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Entonces”, prosigue, “creo que todo esto hace infranqueable que transformemos constantemente nuestro discurso para darle al espectador una puesta en escena tan fresca y viva como cuando se estrenó; pero con la misma potencia discursiva que debería tener todo el tiempo”, indica.

Y asegura que, tras una década de interpretar la pieza, “tiene la misma potencia, carga humorística y emotiva”.

Algo de un tal Skakespeare ha participado en diversos festivales: en Mazatlán, Nuevo León y Aguascalientes; en Cádiz y Almagro (España) y en Miami (Estados Unidos).

Vázquez anuncia que ya empezó la preventa de boletos con 50 por ciento de descuento, que durará hasta el próximo lunes.

Y adelanta que el 18 de abril estrenarán en la Ciudad de México la puesta El insólito caso del señor Morton, de Martín Zapata.

cva