¿Entonces, Matosas ya no sirve?
Se necesita tener un trofeo de campeón para avalar su calidad como entrenador y se requieren siete, diez, o doce semanas para descalificar y menospreciar su trabajo. Los juicios hacia Gustavo Matosas no pueden ser tan radicales, menos cuando ha conseguido una cantidad de ...
Se necesita tener un trofeo de campeón para avalar su calidad como entrenador y se requieren siete, diez, o doce semanas para descalificar y menospreciar su trabajo.
Los juicios hacia Gustavo Matosas no pueden ser tan radicales, menos cuando ha conseguido una cantidad de trofeos que desearían entrenadores que llevan en el medio más de 20 años, y no porque sólo un título sirva para demostrar la valía. Hay técnicos que, sin haber conseguido medallas, tienen amplio reconocimiento del medio y gran respeto de los jugadores que han dirigido, y si el campeonato se convierte en el sistema de medición, encontraremos un montón de fracasados de saco y corbata pegando de gritos desde el banquillo cada fin de semana; entiendo que el “círculo de ganadores” tenga acceso restringido y reducida capacidad de almacenamiento, pero hay muchos que se quedan en la orilla o que de alguna manera fueron de entrada por salida y que merecen mayor consideración.
Gustavo Matosas pasó muy rápido del objeto del deseo al fracaso, porque, insisto, así estamos acostumbrados a juzgar. Y francamente no entiendo cómo puedes querer algo con tantas fuerzas y dejarlo ir tan fácil. Cierto, no le fue bien: los resultados y las formas estuvieron ausentes, pero, ¿no hay más paciencia en nuestro medio que un par de meses para algo que anhelaste tanto?
Y mire que me sé de memoria eso de que los resultados mandan, la urgencia de puntos, etcétera, etcétera, pero no estaría de más apostarle a un mediano plazo, ya no digamos un proyecto duradero, porque esos se ven tan a menudo en el futbol mexicano como los pingüinos en el desierto.
Se requiere matizar más cuando el caso lo amerita, al menos de quitarnos ese muy mal hábito de juzgar con tanta facilidad: criticar sin detenernos y regalar alabanzas desmedidas.
Hoy se llama Gustavo Matosas, la defensa no es de nombre sino de concepto.
