Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Germen de violencia

08 de Marzo de 2022

COMPARTIR
SÍGUENOS

 

Al vivir en un medio en el que campea la impunidad, significa que respiramos aire de violencia e impotencia en lo político, en lo social, en lo deportivo. Consternan e impactan los sucesos en el Estadio La Corregidora, de Querétaro, en el choque violento de aficionados de los Gallos y el Atlas; pero atribuirlo a las barras de estos grupos o a la falta de elementos de seguridad —¿qué cantidad habría que reunir para contener a la manada de un estadio?, manada porque la conducta individual se modifica drásticamente, la conducta de rebaño embiste como búfalos en estampida— es estar desconectados de la realidad siniestra del país.

El origen de la barbarie que se presenció en Querétaro no se generó en la cancha de futbol, sino que desembocó ahí, después de toda una serie de acontecimientos asociados, encadenados, desde hace varios años, en el pasado, en el día de ayer y en el de hoy, en el de mañana, con tradiciones, raíces culturales y sociales, vicios políticos, que catalizan la violencia. Ayotzinapa, desaparecidos, colgados, torturados; San José de Gracia, en Michoacán; los casi cinco mil indígenas de Chiapas, Yucatán, muertos por covid sin que casi nadie se altere ni levante las cejas o haga un gesto de indignación; las decenas de periodistas asesinados; lo que ocurrió el fin de semana en Guanajuato; lo que ha sucedido en Sinaloa, Zacatecas…; amenaza de encarcelamiento de 31 científicos; no, el futbol no es una célula independiente ni aislada de la urdimbre social de México. No lo es el deporte.

Vetar el estadio de Querétaro representa una medida estéril, es apenas tocar una minúscula parte de lo que vemos en el quemante iceberg de la violencia y estupidez. Se debe reflexionar muy atentamente en cómo evitar otra desgracia semejante. Castigar a los culpables físicos y a los autores intelectuales si los hubiese. Instrumentar los escenarios deportivos con la más alta tecnología, incluso con drones, que identifiquen plenamente a los agresores físicos, verbales.

Lo peor es que, de manera gradual e hipócrita, los mexicanos nos hemos ido convirtiendo en un pueblo insensible a la violencia, la impunidad, la corrupción. Peleas de perros, de gallos, corridas de toros, venta de cerveza que transforma los estadios en las más grandes cantinas y en gran negocio; todo influye, pero acaso lo que más inflama la violencia, y pisotea el pensamiento y el razonamiento, es ver cómo los argumentos políticos se imponen por jerarquía y no por inteligencia ni lógica.

 Se confunde el continente con el contenido. Sólo falta que se sugiera cambiarle de nombre a la barbarie y llamarla ramo de rosas, hermoso sueño, confeti de invierno… El placer de venganza, el odio, el goce por el sufrimiento no se da en los animales, sólo pertenece a la raza humana. Y hay quien y quienes la orquestan impunemente a diario en el país.

 

 

COMPARTIR EN REDES SOCIALES

SÍGUENOS

COMENTARIOS