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¿Todos somos Trump?

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

“Oye, estás loca o qué te pasa?,no crees que ya tenemos suficiente delincuencia en el país como para que tú quieras aquí a todos los hondureños, guatemaltecos,etc. que se dejaron venir?, si tanto los quieres y eres taaan bondadosa llévatelos a tu casa,claaaro que deben largarse de México, tú misma eres testigo de lo que los colombianos, (por poner un ejemplo), han venido a hacer, créeme que te admiraba, ahora me decepciona tu manera de pensar, sino estamos en el paraíso, para seguir abriendo fronteras a más delincuentes...”(sic).

Este mensaje llegó a mi Facebook minutos después de terminar la emisión de ayer en Imagen Noticias. Y cómo éste, desde el mediodía del viernes se han evidenciado cientos de mensajes. En el mismo tono: mexicanos renegando de la llegada de ciudadanos de otro país que buscan un techo, un trabajo, una escuela, un jardín donde puedan crecer a sus hijos.

Centroamericanos que no sólo no han encontrado en sus países las oportunidades suficientes para su bienestar, por el contrario, a las carencias le suman violencia. No es un panorama ajeno. Ellos huyen como también huyen miles de mexicanos.

Ellos sufren lo que también sufren miles, millones de mexicanos en Estados Unidos. Ellos escuchan hoy cómo son llamados delincuentes, como también lo escuchan esos mexicanos que han dejado sus lugares de origen, a veces acompañados, otras sin su familia.

La llegada de la caravana migrante a la frontera sur de nuestro país nos ha puesto un trágico espejo frente a nosotros. Más allá de los protocolos con los que el gobierno federal hace frente a la contingencia, los mexicanos hoy nos reconocemos en ese discurso de odio que, digamos, durante la campaña de Trump tanto juzgamos. A los mexicanos nos llamó criminales, violadores, narcotraficantes. Ahora, a los centroamericanos los llamamos exactamente igual.

Desde el viernes, las redes sociales son el vehículo para un discurso que pasa por alto no sólo el presente, sino también el pasado de una sociedad que se construyó, que se enriqueció con la llegada de migrantes de varias regiones del mundo.

Así se formó la sociedad mexicana, así se han formado todas las sociedades del mundo. A lo largo de la historia, millones
de ciudadanos han abandonado, por razones varias, los lugares que donde hicieron hogar.

México tiene una larga historia de solidaridad, de empatía con la comunidad extranjera que llega a nuestro país en calidad de refugiados y exiliados. ¿Por qué sería distinto con quienes migran?

Hoy vemos ese lado de México racista, clasista, mezquino y deshumanizado. Vemos ese México hipócrita que se ofende cuando recibe el maltrato que también da. Y no, porque México es mucho más que este discurso xenófobo alimentado por prejuicios y por falta de empatía.

¿Cómo podemos aspirar a ser una sociedad mucho más incluyente y justa si no somos capaces de entender las necesidades del otro? Esta carencia es la que permite que la derecha ultraconservadora avance. Es la misma que sustenta las ideas de un presidente como Donald Trump, de un casi presidente como Jair Bolsonaro.

Restringir derechos porque nos son incómodos, nos condena a ser una sociedad que repite errores y sus consecuencias. Nos asegura un desarrollo a medias. Nos afirma como seres humanos incapaces de tender una mano.

En poco más de un año, olvidamos que muchos de estos migrantes centroamericanos corrieron en auxilio de los damnificados del sismo, por ejemplo. Hoy, a muchos de ellos les queremos cerrar las puertas.

Muchos mexicanos sabemos que esto no tiene que ser así: que nos todos tenemos que ser como Trump. No podemos. No debemos permitirlo.

 

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