Sheinbaum y Harfuch para EU

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Donald Trump tiene un problema: se le acabaron los enemigos fáciles en México. Y eso es la mejor noticia que la presidenta Claudia Sheinbaum podría recibir en su primer año de gobierno. El New York Times publicó ayer un perfil de Omar García Harfuch que revela lo inesperado (dado el clima de persecusión discursiva contra México de los otros meses): se ha convertido en “una especie de zar de la seguridad que no habíamos tenido en México”. Marco Rubio, quien llamó narcoestado a México durante la campaña, ahora reconoce que Sheinbaum “ha tomado medidas muy fuertes que nunca hemos visto en el pasado”.

Los números hablan: en 14 meses, México detuvo a 39 mil personas por delitos violentos, incautó 20 mil armas y destruyó mil 760 laboratorios –casi cuatro veces el ritmo anterior–. Los homicidios bajaron 22%. Y lo crucial: Trump desplazó su obsesión militarista hacia Venezuela y Colombia.

García Harfuch, sobreviviente de un atentado que lo hace dormir en su oficina custodiado por soldados, consolidó algo inédito: control sobre fiscales, inteligencia y Fuerzas Armadas, con línea directa con la Presidenta –un teléfono rojo literal–. “Vas a Washington y el 100% de los responsables políticos saben quién es Omar García Harfuch”, dice Pedro Casas Alatriste de la Cámara de Comercio Americana.

El resultado geopolítico: mientras Trump declaró a Maduro jefe del Cártel de los Soles, desplegó el portaaviones Gerald Ford en el Caribe, bombardeó narcolanchas y amenaza con operaciones terrestres en Venezuela y Colombia, México quedó, por ahora, fuera del radar militarista. Esto es pragmatismo puro: la cooperación funciona. El intercambio de inteligencia aumentó y Washington reconoce que “menos fentanilo está entrando”. García Harfuch explicó: “Cuando llegó Trump, había preocupación. Empezamos a explicar nuestro método y mostramos resultados”.

Pero camina sobre alambre. Trump clasificará el fentanilo como arma de destrucción masiva –6% viene de México, no de Venezuela–. La línea roja de Sheinbaum debe mantenerse: cooperación sí, intervención no. Información compartida sí, operaciones conjuntas en territorio mexicano no.

El problema persiste: aunque los homicidios bajan, extorsiones, secuestros y desapariciones suben. 63% de mexicanos se siente inseguro. Eduardo Guerrero advierte: “Tenemos al mejor secretario de seguridad posible, pero el crimen organizado ya rebasó las capacidades institucionales de México”.

Lo que viene requiere blindar reciprocidad: si EU comparte inteligencia sobre fentanilo, México debe exigir información sobre tráfico de armas –2 mil 500 diarias cruzan la frontera sur–. Rubio reconoció por primera vez “la importancia de abordar el tráfico de armas”. Esa admisión debe convertirse en acción. También hay que institucionalizar protocolos, evitar que la seguridad sea moneda de cambio comercial, y liderar coalición regional. Colombia enfrenta amenazas de ataques, Venezuela está bajo bloqueo, Brasil tiene aranceles de 50%. México debe defender la no intervención sin volverse cómplice de dictaduras.

Y no cantar victoria. Los cárteles han sobrevivido a todo. García Harfuch acumula poder inédito –eso puede ser fortaleza o concentración de riesgo–. Trump elogia a México cuando amenaza con invadir Venezuela y Colombia. No es generosidad, es cálculo. México le sirve como prueba de que la “mano dura” funciona. Venezuela y Colombia, para proyectar poder en el “patio trasero” latinoamericano. México está en su posición más estratégica en décadas: ni enemigo de Trump ni socio incondicional. Socio pragmático con límites claros. El reconocimiento del NYT y Rubio no es regalo –es resultado de firmeza con resultados verificables–. Pero también es advertencia: cuando los resultados flaqueen, Trump tiene el Caribe lleno de buques listos para recordar que la línea entre socio privilegiado y objetivo militar es peligrosamente delgada.

Por ahora, García Harfuch sigue durmiendo en su oficina. Sheinbaum marca líneas rojas. Y Trump busca enemigos más fáciles. Ojalá y pronto se logre distender definitivamente la tensión entre nuestros países, que son vecinos, pero también socios absolutamente relevantes.

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