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Semáforo rojo

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

 

Aquí estamos: semáforo rojo. El rojo que muchos pedían como si de éste dependiera el compromiso y la responsabilidad para acatar las medidas sanitarias impuestas, no como castigo, sino como única posibilidad de evitar más contagios de covid-19. Ya, rojo. Otra vez rojo en la zona del país más poblada. El Valle de México ha presentado alza de contagios y de hospitalizaciones. Pero no es la única región del país que apunta el incremento en sus registros. El sistema de Salud está a punto del colapso. La ocupación hospitalaria en la Ciudad de México está al 80%, las camas se agotan y el gobierno capitalino hace un esfuerzo extraordinario por incrementar la disponibilidad, pero no se da abasto. Los trabajadores de la salud también están agotados; más de ocho meses de combate a la pandemia, con descansos limitados, con comidas pocas, con distancia tanta con su familia y seres queridos y, aun así, con compromiso que los hace permanecer en pie de lucha, pero eso también parece ser insuficiente, porque como ciudadanos fallamos en lo más básico: la empatía.

De haber seguido las medidas mínimas, de habernos quedado en casa, otra imagen podríamos tener para estas fiestas. Y no la de una Navidad como las anteriores, pero sí una donde nos habríamos permitido cercanía y encuentros con sana distancia. Ahora ni eso. Porque lo mejor es quedarnos en casa, no reunirnos con personas que no forman parte de nuestro círculo inmediato. Eso es lo mejor, pero quién sabe si lo hemos entendido y quién sabe si podremos lograrlo.

“Hay una diferencia entre lo que podemos hacer y lo que debemos hacer...”, sentenció ayer la OMS en su último llamado a evitar celebraciones navideñas. La organización ha endurecido las recomendaciones porque los contagios en el mundo suben y suben, rebasando incluso en algunos países los picos registrados en la primera ola de la pandemia.

Desde hoy, de nuevo el Valle de México opera a su mínimo: sólo actividades esenciales. Pudimos haberles dado una oportunidad a los negocios que no entran en esta categoría, si tan sólo hubiéramos sabido utilizar nuestra libertad para salir de manera responsable, para evitar reuniones y aglomeraciones.

Las personas que no podían quedarse en casa, debían tener la posibilidad de salir con el menor de los riesgos, de eso se trataba, pero no lo logramos. Ni aquí ni en muchas partes del mundo. Tendremos una Navidad como no la hemos imaginado, pero es necesario si deseamos que vengan muchas más, como lo expresó Angela Merkel hace un par de semanas. Aunque falta ver qué tan obedientes somos, qué tan congruentes somos si ahora que estamos en semáforo rojo ahora sí somos capaces de evitar las actividades bajo la sombra.

 

  •  Desde luego que hay responsabilidad de las autoridades. De las federales, que siguen en el trabajo político por encima del social y de salud; desde luego que se reconoce lo que a nivel local la Ciudad de México ha configurado para robustecer su estrategia contra la pandemia. Pero también nos toca a todos apoyar para que las rutas que se trazan tengan buen término. Es momento de hacerlo, por favor, si podemos, hay que quedarnos en casa.

 

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