El más falso de los acuerdos
El 29 de septiembre de 2025, Donald Trump anunció en la Casa Blanca, junto a Benjamin Netanyahu, un plan de paz de 20 puntos para Gaza, declarando que era “posiblemente uno de los días más grandes de la civilización”. El alto el fuego fue aprobado el 9 de octubre y ...
El 29 de septiembre de 2025, Donald Trump anunció en la Casa Blanca, junto a Benjamin Netanyahu, un plan de paz de 20 puntos para Gaza, declarando que era “posiblemente uno de los días más grandes de la civilización”. El alto el fuego fue aprobado el 9 de octubre y entró en vigor el 10 de octubre. Duró exactamente 18 días. Este martes 28 de octubre, Netanyahu ordenó “ataques inmediatos y contundentes en Gaza” y, al menos, 20 personas murieron en los bombardeos.
La paz en Gaza nunca existió. Fue una pantomima televisada y diseñada para rehabilitar la imagen de Israel y darle a Trump una victoria diplomática. Entre la firma del alto al fuego y la ruptura del acuerdo, las tropas de ocupación ya habían matado, al menos, 93 palestinos. No hubo paz. Hubo pausa. Y ahora ni siquiera eso. Los números desmienten cualquier narrativa de tregua. Desde el 7 de octubre de 2023, al menos 68,527 palestinos han muerto y 170,395 han resultado heridos en Gaza. El 19 de octubre una presunta escaramuza en Rafah desembocó en bombardeos que mataron a más de 45 gazatíes. Y, hoy, los bombardeos se reanudaron oficialmente.
Netanyahu acusa a Hamás de violar el acuerdo porque devolvió los restos de Ofir Tzarfati, un israelí cuyo cuerpo ya había sido recuperado en noviembre de 2023. Es una violación, sí. Pero la respuesta fue bombardear indiscriminadamente. Hamás afirma que está haciendo todo lo posible por localizar restos, una labor obstaculizada por la falta de equipos para identificar cadáveres entre los escombros de dos años de bombardeos. El supuesto plan de paz nunca fue tal. Fue un ultimátum que ofrece rendición a Hamás en los términos que Netanyahu exige: el desarme. No hace mención a un futuro Estado palestino, sólo se habla de “pueblo de Gaza”. La “Junta de Paz” que gobernaría estaría presidida por Trump junto a Tony Blair. Un nuevo mandato colonial. El analista israelí Gershon Baskin reveló que Hamás ya había aceptado las mismas condiciones en septiembre de 2024, pero “los negociadores israelíes las rechazaron porque Netanyahu no estaba de acuerdo con poner fin a la guerra”. Netanyahu nunca quiso paz. Quiso tiempo. Cada día de guerra posterga su juicio por corrupción y consolida su coalición de ultraderecha.
El cinismo alcanza niveles insoportables cuando el vicepresidente J. D. Vance insiste en que el acuerdo se mantiene y que el presidente logró una “paz histórica”, mientras los bombardeos resuenan en Gaza. ¿Qué paz? ¿La de los muertos?
Los palestinos lo supieron desde el principio. Un residente dijo: “No confiamos en Trump ni en Netanyahu”. Otro añadió: “No apoyo el plan, pero no hay alternativa. La alternativa es la destrucción del pueblo palestino”. Tenían razón. No había alternativa porque no había plan. Sólo había teatro.
La comunidad internacional aplaudió el acuerdo. Más de 30 líderes mundiales volaron a Sharm el-Sheij para la foto. Todos fueron cómplices de la mentira. Porque sabían, como todos sabíamos, que Netanyahu nunca cumpliría.
El plan de 20 puntos sigue en el papel. Los puntos sobre gobernanza, desarme, reconstrucción, Estado palestino: todos en el papel. Sólo se implementó la liberación parcial de algunos rehenes. Todo lo demás fue propaganda.
Lo que estamos presenciando no es el fracaso de un acuerdo de paz. Es la confirmación de que nunca hubo intención de paz. Mientras los acuerdos señalaban la entrada de 600 camiones de ayuda humanitaria, Israel cerró el cruce de Rafah y declaró que sólo entrarían 300. La ayuda nunca llegó. La reconstrucción nunca comenzó. Los desplazados nunca volvieron a sus hogares. Cada cláusula del acuerdo fue violada por Israel desde el primer día, pero sólo cuando Hamás entregó restos equivocados, Netanyahu encontró su pretexto para bombardear. Y ahora volvemos a donde estábamos. Bombardeos. Muertos. Escombros. Hamás sobrevive. Israel controla. Los palestinos mueren. Trump declara victoria. Netanyahu se mantiene en el poder. Y el mundo finge sorpresa ante un desenlace que era inevitable desde que se firmó el papel.
El más falso de los acuerdos no fracasó. Nunca fue diseñado para tener éxito. Fue diseñado para dar cobertura a más violencia, para legitimar la ocupación, para permitir que Netanyahu siguiera destruyendo Gaza mientras el mundo mira. La paz nunca llegó a Gaza. Y, con este “acuerdo”, nunca lo hará.
