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¡Dame la feria, pendeja!

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Lo dije en Imagen Televisión desde el primer día: transferir dinero a las mujeres víctimas de violencia sólo las pondrá en una nueva y más grave situación de vulnerabilidad. Ahora los hombres las violentarán, además, para quitarles el dinero del “apoyo”. Ayer, lamentablemente, conocimos ya del primer caso: “Ella está grave por golpes severos. Cerraron su albergue. Su marido la encontró y le propinó una paliza para exigirle que le entregara el dinero que AMLO le dio en compensación, cuando abandonó el refugio donde estaba resguardada. No existe la compensación. ¿Cuántas de ellas habrá?...”, lo reflexiona Julieta Fierro, una de las grandes divulgadoras de la ciencia en nuestro país. Y la suya es una pregunta que nos hacemos muchas mujeres y que el Gobierno de México tendría que responder con la claridad en su justa dosis para asegurarle a las 20 mil mujeres beneficiarias de los refugios que seguirán estando a salvo; pero también para decirle a esas tantas que hoy no forman parte de la estadística, que aún combaten la violencia en silencio y entre las cuatro paredes donde se hace presente, que sí, que sí hay salida, que existen oportunidades para brindarse una nueva vida.

El combate a la corrupción no es un frente con el que no podamos estar de acuerdo, por supuesto que debe revisarse la operación de los programas sociales y garantizar el correcto manejo y destino de los recursos, sin embargo, la suspensión de ayuda “mientras se analiza” o modifica su entrega, sin mayor detalle o sustento, no es una opción cuando se habla de proyectos que velan por la integridad de las personas. No se puede jugar así con la vida —sí, la vida— de cientos de miles de mujeres.

López Obrador afirmó ayer en su conferencia que el apoyo será brindado: “lo que queremos es que el mecanismo de ayuda sea lo mejor posible y que llegue completa la ayuda...”, pero aún seguimos sin conocer cuáles son esas vías para que aquella ayuda de la que habla sea utilizada al 100% para el fin con la que fue pensada. Peor aún, estas decisiones vuelven más vulnerables a varios sectores de la población. Hace una semana que corrigieron sobre este asunto, pero la falta de certeza es la que nos obliga a seguir hablando de él. Apenas el sábado dedicamos este espacio al respecto. Porque ahora se nos dice que, al igual que ocurrió con las estancias infantiles, el gobierno federal planea entregar directamente el dinero a las mujeres víctimas de violencia. Si cuando hablamos de la estancias, esta “solución” para evitar irregularidades es sumamente cuestionable —por la poca claridad de su alcance, pero, sobre todo, por sus peligros evidentes—, cuando nos referimos a los refugios, donde es la vida de las mujeres, e incluso de niños y niñas, la que está en riesgo, la decisión muestra desconocimiento sobre un problema tan grave como lo es la violencia de género: “Increíble que decisiones recientes exhiban a un gobierno que dice empoderar a las mujeres, pero, por lo visto, sólo a las que forman parte de su gabinete (...). Un equipo que ignora la evidencia, los datos, las evaluaciones que existen sobre los beneficios que proveen las estancias y las vidas que salvan refugios. Usando el pretexto político de malos manejos y corrupción que, sin duda han existido en algunos casos, pero no ciertamente no en todos...”, apuntaba ayer Denise Dresser en Reforma.

“Pensemos en una mujer que tiene que salir huyendo, pero ahora tiene que hacer un trámite burocrático para obtener un recurso, para que así vaya a protegerse a un espacio (...), esto aumentó la posibilidad de feminicidio...”, me afirmó ayer Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Recursos, en Imagen Noticias. La naturaleza de este programa no es garantizar efectivo a las víctimas, es reducir, terminar, con los escenarios de vulnerabilidad de los que escapan; entregar el recurso directamente sólo incrementa el peligro y el riesgo de abuso y explotación. Hacemos énfasis: los nueve feminicidios diarios que se registran en nuestro país (en el Estado de México, por ejemplo, se duplicaron los casos en tres años: de 422 en 2015, pasaron a 861 en 2018) tendrían que ser motor para generar políticas públicas mucho más sensatas, que velen por la integridad de las personas. Los derechos humanos no se garantizan con la entrega de recursos. No puede verse desde esa perspectiva no sólo limitada, sino también profundamente peligrosa.

Si ya lo decíamos con las estancias infantiles (el “apoyo” en efectivo, seguramente terminará en cajas de cerveza, tal y como ocurría antes de la creación del programa) desempoderando, una vez más, a las mujeres (ésas que para trabajar necesitan dejar a sus hijos en la estancia), en el caso de los refugios es todavía más grave: las desarma y deja en situación de completa vulnerabilidad frente a sus abusadores: “¡Dame la feria, pendeja!”, será la “celebración” más común en muchos “hogares” mexicanos de este nuevo “programa social”. Y si ella se niega, ya sabemos cuál será el terrible resultado. Por favor, Presidente: no traicione así a las mujeres que tanta confianza le han depositado.

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