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Morena debe ser verde

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

 

Hace tan sólo unos años, una declaración como la que esta semana hizo la ONU hubiera parecido ridícula. Hoy, ya no lo es. La evidencia es contundente: a menos de que no haya una transformación “que no tiene precedente en términos de escala” en la forma en la que generamos energía y la consumimos, en el suelo urbano, la infraestructura y la industria, las consecuencias serán catastróficas (https://goo.gl/UdMruS).

Esto es alarmante y lo es aún más para México, un país para el que el cambio climático significará un aumento en el número de incendios, huracanes, sequías e inundaciones que harán que el suministro de alimentos se encarezca. Se estima que esto creará un efecto importante en la desigualdad, el desempleo y la escasez de agua.

Los países desarrollados ya se están preparando, varias ciudades en Estados Unidos tienen planes de prevención, contingencia e incluso, se está contemplando la construcción de bardas que impidan que el mar inunde partes de la ciudad de Nueva York (https://goo.gl/SLeKY2).

México no puede quedarse atrás. Si el clima cambia, cambiará en tan sólo dos grados, se estima una reducción de -13% en el PIB, esto sería equivalente a una recesión dos veces más fuerte que la del error de diciembre.

No hay margen de error. Es imperante comenzar acciones contundentes para regular las emisiones en México.

El programa de reforestación presentado esta semana, Sembrando Vida, que busca sembrar un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables e incluir cultivos de ciclo corto para autoconsumo es un buen comienzo, pero no lo suficiente para contener el daño del cambio climático. 

Para que México no se aleje de sus metas de reducción de emisiones se debe evitar la construcción de nuevas refinerías. La situación en la que nos encontramos no permite invertir un centavo más en la industria de los hidrocarburos sin que dicha inversión venga de la mano de un plan de transición energética.

Se debe implementar un plan estratégico y ambicioso para substituir el consumo de combustibles fósiles por energías renovables. México esperaba llegar al 35% de energías renovables en tres años. La meta no sólo debe alcanzarse, sino también debe llegarse más lejos. Asimismo, se debe atacar de frente el robo de combustible que impide que Pemex tenga incentivos de inversión, y continúe sumergida en un ciclo vicioso de falta de transparencia y productividad.

El impacto ambiental del NAIM y del Tren Maya no puede tomarse a la ligera. Se deben tener análisis serios que nos permitan conocer qué se debe hacer para que la construcción de infraestructura no resulte en una crisis ambiental.

Es importante recordar que el Premio Nobel de Economía fue dado hace unos cuantos días a William D. Nordhaus (y Paul Romer) por haber sido el primer economista en haber incluido el costo del cambio climático como parte de los modelos de evaluación económica. El NAIM y el Tren Maya deben ser evaluados de esta forma, considerando su impacto ambiental de forma amplia y seria. Los análisis que se tienen en ambos casos no parecen ser suficientes.

En caso de que se proceda con ambos proyectos (como parece será el caso), se deben encontrar formas claras de compensar los impactos ambientales.

Un gran proyecto que no ha recibido ni suficiente atención ni financiamiento es la construcción de parques hídricos, La Quebradora en Iztapalapa. Dicho parque, diseñado por la arquitecta Loreta Castro, y el doctor Manuel Perló, de la UNAM, permite mitigar las inundaciones en Iztapalapa a través de un sistema de humedales que capturan agua de lluvia. Su diseño ganó la medalla de oro del reconocido premio global LafargeHolcim para la Construcción Sostenible, pero, desafortunadamente, no ha podido tener el financiamiento completo para su construcción. 

Proyectos como éste son los que debemos estar discutiendo. La política es menos importante que el medio ambiente.

 

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