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Ya vuelve, Andrés Manuel

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

Seguramente, los funcionarios del gobierno federal están suplicando que regrese a sus funciones Andrés Manuel López Obrador, primero porque deben tenerle cariño, pero sobre todo porque eso de tener que pensar por sí mismos está siendo desgastante.

Pero que los funcionarios federales muestren de lo que están hechos no es el mayor problema, sino la revelación de que, sin el Presidente, hay una ausencia total de rumbo y una incapacidad de elaborar la mínima estrategia de comunicación en la que no esté el mandatario al centro.

Hugo López-Gatell, por ejemplo, ha hecho malabares para intentar justificar por qué el gobierno compró la vacuna rusa Sputnik V sin que se haya dado a conocer a la comunidad científica internacional los resultados de la famosa fase 3, y que por eso ni Estados Unidos ni Europa (salvo Hungría) han autorizado su aplicación. Básicamente, lo que ha dicho el desacreditado vocero de la pandemia es que, como en Argentina ya se está aplicando y, por fin, les prestaron el expediente, será aprobada en México. El subsecretario ya se dio cuenta de que, sin el respaldo del tabasqueño, no tiene nada.

La secretaria Olga Sánchez Cordero, a quien le ha tocado estar en las mañaneras, ha mostrado una ignorancia casi conmovedora de temas de Estado, pero se ha soltado el pelo al atreverse a contradecir al Presidente al señalar que los derechos no se consultan cuando respondió una pregunta sobre la legalización del aborto, o que los periódicos Reforma y El Universal eran medios muy importantes, y no pasquines inmundos, como se refiere a ellos el mandatario.

Las noticias de que la economía mexicana sufrió un desplome del 8.5% durante 2020 o que el gobierno ya se gastó más del 70% de los fondos de emergencia con los que cuenta el país probablemente quedarán sin explicación, porque seguramente nadie se atreverá a repetir, por pena o vergüenza, lo que el Presidente diría: “Aun con la debacle fue menor el daño que nos causó la crisis económica que nos está afectando, que lo que se está registrando en otros países. Nuestro peso ya se recuperó, no hemos tenido problema de caída en el consumo de alimentos, de productos básicos”.

Canadá cerró sus fronteras a México para evitar contagios. Ante esto, la Secretaria de Turismo “hizo votos” para que se retire la medida y la Cancillería, hasta el momento de escribir esta columna, no decía ni pío.

La comunicación, pues, ha sido un desastre. A esto se sumaron los rumores de la salud del Presidente, alimentados por la falta de información del gobierno federal, que pensaban que con sólo decir que estaba bien, optimista y casi asintomático era suficiente.

El viernes, finalmente, el Ejecutivo tuvo que salir en un video para acallar lo que su oficina de comunicación no pudo. No obstante, aunque lucía bien, evidentemente no estaba al 100 por ciento. Si lo hubiera estado, seguro habría detenido la torpeza de alguna “mente brillante” que lo hizo caminar por varios pasillos de Palacio Nacional, para demostrar que estaba casi como si nada.

Ese paseíto, sin embargo, alimentó a las redes sociales, que compararon la suntuosidad de las instalaciones en las que el Presidente convalece, a diferencia de la gente que tiene que esperar horas en los hospitales para ser atendido, que tiene que soportar las peores condiciones sanitarias. Una imagen vale más que mil palabras y un video vale más que cualquier discurso de austeridad.

Así pues, mientras López Obrador está recuperándose, el país será testigo de las capacidades e incapacidades de los integrantes del gabinete federal y que, sin el liderazgo del morenista, muchos (más de lo que debería) de sus funcionarios parecen pollo sin cabeza.

 

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