Logo de Excélsior                                                        

La maldita sospecha

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

Muchas veces la política se trata de actos de fe. Tener la certeza de que va a suceder algo, aunque no se tengan los elementos para saber a ciencia cierta si realmente pasará o está pasando. Es creer en lo que no se ve o no se tiene. Los compromisos de campaña, los discursos políticos que prometen un mejor futuro apelan precisamente a mantener la esperanza.

Los seres humanos necesitan creer en algo o en alguien, y es ese contexto el que le permite al presidente Andrés Manuel López Obrador mantener su alta popularidad. Hoy pesan más las percepciones que las realidades. Si él dice que hay 100 universidades en el país —de las cuales 83 ya están operando— es mejor creer y tener mucha imaginación en que ese salón o auditorio en una casa de cultura es una universidad.

Si el mandatario señala que en el Triángulo Dorado, que une Chihuahua, Durango y Sinaloa, ya no se cultiva droga, sino maíz a pesar de que, como lo señaló en estas páginas Jorge Fernández Menéndez, ni la orografía y el control que tienen los cárteles de la zona lo hagan posible, más vale pecar de románticos imaginando que los integrantes del Cártel del Pacífico han decidido cambiar las armas por palas y sembrar árboles en lugar de amapola. ¿Para que amargarse la vida cuestionando todo si se puede ser feliz aceptando de buen agrado lo que se dice?

Cualquiera desea y quiere creer que en el gobierno federal se acabe la venganza y la persecución política, pero en ocasiones no ayudan las casualidades. Hay momentos en que la maldita sospecha se introduce en el alma del pueblo bueno y comienza la desconfianza.

Un ejemplo de esto sucedió con un magistrado de nombre Jorge Arturo Camero Ocampo, quien fue suspendido porque le encontraron inconsistencias graves en su situación financiera y, además, podría estar implicado en una red de corrupción. Ante esto no queda más que aplaudir porque se está barriendo de arriba a abajo, como se barren las escaleras. Sin embargo, luego llega la noticia que fue quien ha otorgado amparos contra la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y entonces llega la desconfianza.

Para acabarla de sospechar, en su conferencia del viernes a propósito de este caso, el tabasqueño respondió: “Todo mundo tiene derecho a defenderse legalmente, pero si hay indicios de corrupción no se puede estar en el cargo; mientras se hace la investigación, para afuera”, pero que se sepa, a pesar de que está en investigación de la Función Pública, el director de la CFE, Manuel Bartlett, sigue en su cargo.

Esa maldita sospecha es que no permite celebrar con bombo y platillo que el tristemente célebre exministro Eduardo Medina Mora haya renunciado a la SCJN. La dimisión vino acompañada de las filtraciones del congelamiento y descongelamiento de sus cuentas y la de sus familiares sospechosamente en los mismos días. Si fue unas horas antes o después es lo de menos, el punto es que parecería que nuevamente se usó a la Unidad de Inteligencia Financiera como gatillero. Por si no fuera suficiente, casualmente en la Cámara de Diputados, Morena acordó no moverle para que Medina Mora explicara cuál fue la causa grave de su renuncia.

Y un ciudadano normal que sabe contar puede ver que, con la llegada de un nuevo —o nueva— ministro, el mandatario tendría cada vez más injerencia en la SCJN entre los que ha propuesto y los que simpatizan con él. Demasiadas casualidades.

El Presidente tiene un reto mayúsculo de mantener la fe de los ciudadanos a pesar de que los hechos y los datos muchas veces van en sentido contrario. Si la maldita sospecha sigue entrando por la puerta, la fe puede salir por la ventana.

Comparte en Redes Sociales

Más de Vianey Esquinca