Logo de Excélsior                                                        

La escuela del Presidente

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

El estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador ha hecho escuela. Aunque, a diferencia de otras academias, en la suya no se requiere conocimiento, el único requisito para entrar es que demuestren su lealtad y que sean capaces de aprobar las materias que se imparten.

En el colegio lopezobradorsista existen materias que son obligatorias y que todos deben tomar, empezando por la abyección. Una vez que los alumnos empiezan a tomarla se van transformando hasta convertirse en una sombra de lo que fueron o de lo que alguna vez quisieron ser.

El líder nacional de Morena Mario Delgado y el coordinador parlamentario de ese partido en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier son los alumnos más aplicados y casi siempre aparecen en el cuadro de honor. Los dos están atentos a que el Presidente diga algo para inmediatamente tratar de hacerlo realidad, no importa si se trata de iniciativas anticonstitucionales o deseos guajiros, ellos están para complacerlo y aprobar lo que sea en fast track.

No son los únicos, los titulares de algunas instituciones también son capaces de demostrar su sumisión, aunque queden en el peor de los ridículos. El jueves pasado, por ejemplo, desde la cuenta de Twitter de Canal Once, se colocó un tuit acompañado por la foto de los 11 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la leyenda: “Los insultantes 40 privilegios de los ministros de la SCJN”, iniciando un hilo con las supuestas concesiones. Seguramente, el mandatario les puso una estampita de lombriz de tierra en la frente a quien permitió este disparate.

Otra asignatura indispensable es la de degradación. El inquilino de Palacio Nacional siempre le manda decir a su gabinete que no hay nada por encima de él. No le gusta que nadie lo corrija o vaya en sentido contrario. Si alguna alma se vuelve rebelde, hay de tres sopas: la primera salirse voluntariamente del colegio del tabasqueño, la segunda que lo expulsen y la tercera que lo sometan.

Tatiana Clouthier, exsecretaria de Economía o Carlos Urzúa, extitular de Hacienda, han sido de los alumnos que prefirieron cambiarse de escuela para no seguir matando a sus neuronas. Sin embargo, hay otros que decidieron agachar la cabeza como el senador Ricardo Monreal.

Respecto al famoso plan B electoral, el zacatecano había incluso votado en contra por considerar que algunas normas “que se aprobarían podían alejarse de los principios constitucionales”. Cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación echó abajo la primera parte, el legislador dijo que como: “Constitucionalista, me alegra que haya contrapesos”, pero al día siguiente dijo que siempre no y amagó con llamar a comparecer a los ministros de la SCJN, incluso hacerles juicio político.

Hay otras dos materias que las da personalmente López Obrador desde principiantes hasta avanzados: injuria y difamación. Desde su palestra matutina, el Ejecutivo les dice a sus seguidores como deben ofender, vilipendiar y denigrar. No sólo eso, sino que les enseña a mentir, desacreditar y desprestigiar a todos los que no se inscriban a su colegio.

Los gobernadores morenistas son los avezados estudiantes, no sólo porque repiten al pie de la letra las consignas presidenciales, sino porque a nado sincronizado saben que cada vez que el Presidente dice algo, inmediatamente tienen que salir con un desplegado apoyándolo.

Una vez que aprueban esas materias, la escuela del tabasqueño ofrece varias especializaciones, entre las que se encuentran: cómo vivir con efectivo sin pagar impuestos, cómo lograr que tus hijos se hagan ricos sin trabajar, el arte de mantener tu popularidad, aunque no gobiernes, entre otras.

Comparte en Redes Sociales

Más de Vianey Esquinca