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Ejército mexicano, pueblo uniformado, orgullo nacional

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

El Plan de Guadalupe fue el documento primigenio que dio las bases para la creación del Ejército Constitucionalista, una de sus principales funciones era combatir las fuerzas del traidor Victoriano Huerta.

El Ejército Constitucionalista tenía como objetivo primordial la consolidación de la paz, que también requería la operación del Poder Ejecutivo para convocar a elecciones generales y poder entregar el poder a quien resultara electo.

Los excombatientes federales pudieron integrarse al Ejército, pero también los campesinos y empleados de terratenientes y hacendados.

Los primeros generales de alta escuela que hicieron carrera militar fueron los héroes nacionales Felipe Ángeles, Federico Cervantes, Jacinto B. Treviño y Vito Alessio Robles, otros más no eran militares de instrucción formal, como Álvaro Obregón o Salvador Alvarado.

Hubo diversas acciones desestabilizadoras contra las incipientes presidencias encabezadas por insurrectos, pero fueron fulminadas con el apoyo de las mayorías integradas en el Ejército.

En 1925 se formalizaron los planes para hacer del Ejército mexicano la institución heroica que hoy tenemos; su origen revolucionario es único en la historia de la humanidad y sus filas, integradas por el pueblo, le han dado reconocimiento mundial. En su momento se creó el antecedente administrativo denominado Secretaría de Guerra y Marina, donde se instituyó la educación militar profesional, se le dio un marco jurídico donde se le dotó de los instrumentos esenciales que dan fundamento a sus operaciones a la fecha.

Con una visión de Estado, se desarrollaron protocolos y figuras análogas a las estructuras internacionales, como la creación del Estado Mayor, la Inspección General, la representación diplomática a través de agregados militares y la creación de escuelas, como la Superior de Guerra y la creación de instituciones de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas.

En la presidencia del licenciado Miguel Alemán Valdés se concluyó el periodo para los presidentes de origen militar, pero se fortaleció la infraestructura operacional con la creación de la Industria Militar y la creación del Banco del Ejército.

Nuestro Ejército y Fuerza Aérea se mantienen con un alto estándar internacional, la formación de oficiales a través de las escuelas superiores y de posgrado son ejemplo internacional de alto reconocimiento nacional.

El Ejército mexicano tiene una gran historia, donde sobresale el patriotismo y el amor a nuestra nación. Ha sido partícipe primordial de todas las etapas históricas del México posrevolucionario y han mantenido una lealtad férrea a la población.

Ninguna coyuntura aislada o las imputaciones sobre algunos actos de sus miembros pueden hacer merma alguna en el enorme prestigio y honor del Ejército nacional mexicano.

La tropa y los mandos son institucionales y orgullosos de servir al país; la instigación política para denostar siempre será mezquina e inescrupulosa. La justicia nacional y extranjera tienen sus funciones, donde se debe probar y, en su caso, acatar resolutivos; pero jamás priorizar un juicio sumario o mediático a los miembros que integran tan noble institución.

La preponderancia en las diversas comisiones otorgadas al Ejército en este sexenio demuestra la enorme confianza institucional construida a través de los años, sus diversas especializaciones y profesionalismo son evidencia clara de su probidad y eficacia.

Yo estoy orgulloso de nuestro Ejército nacional, como patriotas tenemos que respaldarlos como institución primordial de México; son un ejemplo de disciplina, amor a la patria y lealtad al jefe supremo de las Fuerzas Armadas, nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador.

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