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Zócalo rosa

Ricardo Pascoe Pierce

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

 

El reflejo de los tiempos. El 19 de junio de 1982, el Zócalo de la Ciudad de México presenció la primera movilización independiente de su historia. El Partido Socialista Unificado de México (PSUM) ocupó el espacio para celebrar la candidatura a la Presidencia de la República de Arnoldo Martínez Verdugo. El Zócalo capitalino no había recibido a organizaciones independientes desde el movimiento estudiantil de 1968. Durante esos 14 años de interregno, el Zócalo le pertenecía al Presidente en turno, del PRI. La izquierda era ilegal hasta 1978. El evento de campaña del PSUM abrió un nuevo espacio democrático en México, arrancándole al PRI su imagen de invencibilidad. Desde esa fecha, y hasta seis años después, en 1988, cuando el Frente Nacional Democrático lanzó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, el carácter libertario del Zócalo se mantuvo y se fortaleció, como símbolo de libertad y democracia.

Por esa movilización de 1982, al Zócalo se le dio el identificador de “Zócalo rojo”. Rogelio Hernández y Roberto Rock publicaron el libro Zócalo rojo, en 1982, poco tiempo después del evento. Ese libro tuvo un gran impacto en el momento, tanto en lo político, pero también en lo cultural. La izquierda democrática empezó a ser un nuevo, e importante, jugador en la política nacional y capitalina.

Lo relevante del Zócalo rojo es que le quitó al Presidente de la República y al PRI la hegemonía de ese centro neurálgico de la República. La oposición se hizo fuerte ahí y, años después, ganó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Fast Forward. El presidente de la República es Andrés Manuel López Obrador y considera que el Zócalo es su coto de poder y movilización. Al mudar la casa presidencial de Los Pinos a Palacio Nacional quiso convertir el Zócalo capitalino en su jardín privado. No quiere compartir ese espacio con la oposición que tanto odia. Y, cuando la oposición convoca a una movilización ciudadana al Zócalo, confía en sus huestes convertidas en hienas llenas de odio para correr de ese espacio privilegiado a cualquier extraño.

La oposición se ha organizado de una manera insólitamente plural. Ideologías y opiniones de una gran diversidad de orientaciones se unen para defender al órgano electoral y, en esencia, la democracia y la libertad de expresión en México, ahora amenazada por los sucesores de los impulsores de antaño del Zócalo rojo.

El reloj histórico dio una enorme y lamentable vuelta: los defensores de la democracia de antaño hoy son sus enterradores. Se empeñan en mantener el Zócalo como el coto privado del Presidente.

Hoy, el movimiento rosa (mexicano) ciudadano está resuelto a conquistar el Zócalo, una vez más, para la democracia y la libertad. El 26 de febrero, cientos de miles ocuparán ese espacio como suyo, con el derecho que les asiste a la libre manifestación en contra de los poderes autoritarios que quieren estrangular a México. En otra vuelta de la historia, el Zócalo no se pintará de rojo, sino de rosa. De pluralidad, de tolerancia y de alegría por los buenos tiempos que nacerán a la par de este nuevo espíritu que recorre la nación, de pluralidad y tolerancia.

Cuando el Presidente supo que la oposición convocaba a una concentración en el Zócalo, se enfureció. Y convocó, reactivamente porque perdió el control de la agenda nacional, a una “gran, gran, gran manifestación” en el Zócalo, el 18 de marzo, para celebrar la expropiación petrolera de 1938 y a la CFE, por “su extraordinario empeño en favor de los mexicanos”. Por segunda ocasión en fechas recientes, la oposición ciudadana ha logrado acorralar al Presidente, logrando mostrar su lado débil.

Y todo porque el 26 de febrero el Zócalo se pintará de rosa.

 

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