Trump y Putin
La disyuntiva entre sociedades tolerantes e intolerantes está en la base de la encrucijada. La tentación autoritaria es acompañada de una conducta de denuncia por los líderes que denuncian las fragilidades de los procesos democráticos.
Donald Trump declaró que, bajo su Presidencia, si Vladimir Putin ataca a un país miembro de la OTAN que no haya pagado sus cuotas al día, Estados Unidos no respondería en defensa del pacto europeo. En esencia, una Presidencia del republicano toleraría y permitiría cualquier acción del ruso en territorio europeo si un país no tiene sus “cuotas al día". Negó, así, el compromiso sagrado de la OTAN de que todos defenderán a cualquier país miembro que sufra una agresión externa.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, respondió que la declaración de Trump pone a la seguridad estratégica de Europa y Estados Unidos en grave riesgo. En esencia, la declaración de Trump pone al mundo en una posición de preguerra mundial.
Unos días antes, un periodista estadunidense aliado del republicano, Tucker Carlson, entrevistó a Putin en una exclusiva donde el líder ruso sugirió que sería conveniente que Trump ganara la Presidencia de Estados Unidos de nueva cuenta. Fue una entrevista donde el ruso mintió acerca de las razones por las cuales inició la guerra contra Ucrania y lanzó alegatos sobre las pretensiones expansionistas de Europa sobre “la planicie central europea” que Putin reclama con una extensión del imperio ruso. Mostró que Putin no es un líder en quien se puede confiar, al construir una narrativa histórica que sencillamente busca crear una reinterpretación de la historia de la Segunda Guerra Mundial, basándose en lo que hoy denominamos “otros datos”.
Más al punto, la posición de Trump es una clara expresión de rechazo a la continuada ayuda militar, estratégica y humanitaria de occidente a Ucrania en su guerra de resistencia contra la invasión rusa a su territorio. No es ninguna novedad que Trump esté del lado de un líder autoritario y con tendencias dictatoriales. Pero no lo había expresado con tanta claridad.
Con esa declaración, Trump se coloca de lado de líderes que desprecian la democracia, las libertades y los valores de sociedades basadas en la tolerancia a las diferencias de opinión, a la diversidad sexual, de razas y religiones. La admiración del republicano por el ruso es una clara señal de que el mundo democrático está en una encrucijada de graves consecuencias. Vienen tiempos de definiciones sobre el curso de la sociedad global para los próximos 100 años.
La disyuntiva entre sociedades tolerantes e intolerantes está en la base de la encrucijada. La tentación autoritaria es acompañada de una conducta de denuncia por los líderes que denuncian las fragilidades de los procesos democráticos, señalándolas como fallidas desde la raíz. Su oferta es sencilla: ofrecen soluciones simples a problemas complejos. Es una opción maravillosa hasta que se descubre que el truco está en eliminar toda disidencia, toda crítica, cualquier opción que difiere del plan del líder. Es decir, que se construye una sociedad donde no exista tolerancia alguna a las diferencias, y donde la uniformidad es la regla.
Trump y Putin nos convocan a vivir en sociedades con elevado nivel de ruindad. Y acompañan su oferta con altísimos grados de violencia social, ya sea en la forma de persecución interna codisidente o ya sea como el impulso a aventuras militares allende las propias fronteras. La violencia física, verbal e intelectual prometen instalarse en las sociedades prometidas por ambos gobernantes. Por eso se entienden tan bien. Hablan el mismo lenguaje, el de la autoridad que se impone a sangre y fuego a los suyos y, luego, a los otros.
La promesa de Trump es de establecer un Estados Unidos violento, agresivo, sin Estado de derecho y con un imperativo imperial contra los suyos. Un Estados Unidos que se dedicará a agredir a los propios y los ajenos hasta gobernar y dominar sin oposición ni disidencia, sin libros, sin inteligencia excepto para dominar.
Esa oferta puede ganar las elecciones en noviembre. En junio, en México, debe ganar la opción capaz de inteligentemente sustraer a México de esa misma dinámica autoritaria y complementaria al trumpismo en sus más radicales expresiones.
