Los partidos de oposición en México han declarado su negativa a la unidad electoral en las próximas elecciones, bajo cualquier modalidad. Con tonos distintos, y explicaciones variadas, los dirigentes de PAN, PRI y MC han declarado su intención de ir por separado en 2027, con la idea de reforzar sus propuestas individuales y esperanzados de recibir un caudal extra de votos por ello.
Sus esperanzas al ir por separado se deben a varias suposiciones que hacen al calor de los debates internos. El PAN, que ha conquistado la Presidencia dos veces, parte de la idea de que el electorado se va a entusiasmar con su “vuelta a las tradiciones”. El PRI está convencido de que el electorado, viendo el desastre de la gestión morenista, volverá a confiar en “los que sí saben gobernar”. Y MC cree que su rostro “fresco y nuevo” resultará convincente frente “a lo viejo”.
Otra suposición que hacen los tres partidos es que existe un agotamiento progresivo y acelerado de los gobiernos de Morena, por ineficacia y corrupción, y que, por tanto, una parte importante del electorado está en búsqueda de nuevas opciones. Ante ello, voltearán la mirada hacia ellos en lo individual. MC dice “¡ya me toca, seré la sorpresa que salve a México!”. PAN y PRI confían en que sus pasados los reivindiquen como opciones de gobierno ante el desgobierno morenista.
Una tercera suposición es que Morena se está pudriendo internamente de forma acelerada, y que la corrupción interna, su incompetencia y la creciente rivalidad entre Sheinbaum y López Obrador abrirá grietas imposibles de solucionar sin una guerra civil interna. Existen signos claros de la guerra interna que se expresará en la nominación de sus candidaturas. Y si se incluye en esa elección también el Poder Judicial, la revocación del mandato y, posiblemente, la elección de los consejeros del INE, ese galimatías es una invitación a descontrolados conflictos poselectorales.
La economía es otro factor que, para que la oposición justifique ir separada, es parte de una apreciación catastrofista. El colapso del “modelo humanista” llegará a sus límites en 2026 y, por tanto, 2027 será el momento para que cada partido opositor ofrezca su “mejor” alternativa de solución,con la esperanza de brillar ante el electorado. Suponen que el derrumbe de la economía nacional hará que el electorado corra hacia las ofertas opositoras.
Por último, suponen que las presiones de Estados Unidos sobre México, y sobre Morena-gobierno, en particular, jugarán a favor de expresiones opositoras en 2027. Esto, debido a las exitosas intervenciones de Trump en las elecciones de Argentina y Honduras, además de las presiones para un cambio de régimen en Venezuela. El escenario internacional tiende a colocar a México como el último referente del “socialismo popular latinoamericano”. De contradicción en contradicción, el socialismo morenista se aferra, desesperado, al poder con el reparto de dinero en efectivo.
¿Todos estos elementos justifican que la oposición no se una en el 2027, pensando también en 2030? La experiencia histórica nos enseña, por lo menos, tres cosas útiles para estas circunstancias.
No existen enemigos pequeños. Subestimar a Morena-gobierno puede ser un regalo para ese partido y su gobierno. Y un error de cálculo de la oposición. Hay tantos casos que demuestran esto, pero el mejor ejemplo es Venezuela, donde nunca pudo unirse la oposición.
Si los dirigentes de los partidos de oposición escuchan el canto de la sirena que afirma que “ahora es cuando” para que cada uno dé un salto cualitativo hacia adelante, entonces han dejado de ser líderes, convirtiéndose en simples remeros que van con una corriente de opinión carente de análisis complejo y profundo.
Pensar que “lo que viene de afuera” va a provocar el derrumbe de Morena-gobierno están simplificando en lo que anda Trump. A él no le interesa democratizar a México. Le interesa subyugar a México, que es otra cosa.
Contrario a lo que están pensando los líderes partidistas, ahora es tiempo de un esfuerzo unificado de la oposición, pensando en la complejísima tarea de la reconstrucción nacional y no en los avances de tortuga de cada partido. Es tiempo de liderazgo político, no de remeros acomodaticios.
