Nuevo objeto de odio y nueva ruta

En 2012, AMLO no aceptó su derrota, rompió con el PRD y formó Morena

El evento del Zócalo fue lo que tenía que ser: acarreo masivo abandonando la plaza antes del inicio y odio, mucho odio. Hubo un cúmulo de promesas y deslindes de toda responsabilidad por la criminalidad, violencia, la falta de atención médica y crisis educativa. Todo lo malo es culpa de Calderón. Pero hubo una novedad. AMLO advirtió de la existencia de un “Supremo Poder Conservador” dirigido y controlado por Claudio X. González, quien es la nueva figura malévola que sirve para contrastar con su propia presencia angelical, prístina, llena de bondad y gracia. Calificó a la oposición de “racista, clasista, corrupta, oligarca, descarada y hasta ridícula”. Ese “Supremo Poder Conservador” que dirige Claudio X. González se apoya en “traficantes de influencia y políticos corruptos del más alto nivel del antiguo régimen, y a él le obedecen los encargados de los partidos, muchos abogados marrulleros del Poder Judicial, intelectuales acomodaticios y periodistas alquilados o vendidos”. Nadie se salva.

En 1996-97, AMLO se alió con Zedillo en contra de Salinas, afirmando que se preparaba un golpe de Estado contra el presidente de la República. Ahí empezó la satanización de Salinas, primero como proyecto político de Zedillo, y que luego retomó AMLO, percibiendo la rentabilidad política acusando de posibles golpes de Estado. Ya instalado en el gobierno de la Ciudad de México, AMLO enfrentó a otra “conspiración golpista” de Salinas, Diego Fernández de Ceballos, Carlos Ahumada, Rosario Robles y otros, calificándolos como la Mafia del Poder. A partir de los resultados de las elecciones presidenciales del 2006, el nuevo “objeto de odio” sería Felipe Calderón y todos aquellos que, según AMLO, lo ayudaron a fraguar el fraude que le robó la Presidencia de la República. Entre muchos culpables destacó al IFE y a su presidente, Luis Carlos Ugalde.

A pesar de haber perdido la elección de 2012, una vez más AMLO no aceptó su derrota, rompió con el PRD y formó Morena, un partido hecho a su necesidad y semejanza. Los objetos de odio quedaron definidos, en función de los intereses de AMLO. Salinas, Mafia del Poder, Calderón, IFE-INE y su presidente, el que sea. Todos esos objetos de odio sirven como fusibles para acusarlos de situaciones pasadas y como pretexto para culparlos por errores propios del presente. Su guerra reciente contra el INE y Lorenzo Córdova era parte de un patrón de conducta usual en la vida política de López Obrador. Durante las mañaneras, AMLO habla con frecuencia sobre la amenaza de un “golpe de Estado” en su contra. Un tema recurrente en toda su vida pública, refrendando la percepción de una personalidad paranoide.

¿Cómo encaja la intención de convertir a Claudio X. González en el nuevo objeto de odio? La situación de Claudio es radicalmente distinta a los otros objetos de odio. Todos los anteriores han sido actores políticos públicos y han expresado sus opiniones contrarias a AMLO de diversas formas. ¿Cuál es, entonces, el propósito de convertir a un relativamente desconocido en el nuevo objeto de odio, elevado a ese estatus en un evento en el Zócalo? Consideremos la posibilidad de que AMLO está inventando el “Supremo Poder Conservador” como el inicio de una narrativa acerca de un supuesto intento de golpe de Estado en su contra, ya sea antes, durante o después de las elecciones del 2024. Sería congruente con todo lo que ha hecho en su vida política. La acusación golpista ha sido su leitmotiv durante años.

La diferencia ahora es que tiene las condiciones y el poder para enfrentar un “golpe de Estado”, declarando un Estado de excepción en el país, cancelando las elecciones, encarcelando a dirigentes opositores, acusando a los empresarios (léase Claudio X. González) de estar financiando el golpismo y, con el apoyo del Ejército (no la Marina), cambiar la historia de México con un autogolpe de Estado parecido a lo que quiso hacer Pedro Castillo en Perú. La única explicación de semejante ruptura constitucional sería porque no ve viable que sus corcholatas ganen las elecciones. Su mediocridad y falta de arraigo popular han alarmado a Palacio Nacional, y lo lleva a contemplar la ruta golpista, planificada por el propio Presidente.

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