Nacionalismo conservador
Putin es bien visto por todos estos gobernantes latinoamericanos.Les agrada su estilo represor y controlador, además del marcadotono confrontativo con el mundo liberal, multilateral y democrático.
El nacionalismo conservador es, hoy, una tendencia mundial, aunque sea difícil de discernir en todos sus intersticios. La conjunción de fuerzas aparentemente ajenas tiene un extraño componente ideológico común: hay nacionalistas conservadores desde las tradicionales derechas hasta los suscriptores de algunas antiguas izquierdas. Lo que los une, sin embargo, es un común denominador: se consideran revolucionarios o transformadores llamados a destruir el neoliberalismo, las grandes corporaciones, el multilateralismo y las justificaciones medioambientales y de cambio climático que, dicen, frenan el desarrollo.
También coinciden en su convicción política, tanto izquierdas y derechas, de que la tolerancia a las opiniones diversas es sólo un pretexto para debilitar y dividir a la sociedad. Su certeza reside en que la fuerza de la sociedad para avanzar y transformarse es a partir de la presencia del líder fuerte y el abandono del individualismo. Sólo así se salvarán los pueblos, aseguran.
En Europa, Asia y América Latina están tomando el poder alianzas y agrupaciones que, con todas sus diferencias, gozan de grandes similitudes. En Europa hay gobiernos que se asemejan a derechas populistas cuyas agendas coinciden en planteamientos sorprendentes. Hungría, Italia, Suecia y Países Bajos son gobernados por coaliciones políticas que no ven tan reprobable al gobierno ruso de Putin, y podrían vivir con una Ucrania bajo la bota putinista. Marine Le Pen, en Francia, encabeza las encuestas, aunque falta mucho para llegar a las elecciones. Ella sigue siendo representante del nacionalismo conservador del antiguo régimen. Admira a Putin, igual que Trump, y ambos odian a la OTAN.
Trump se puso de lado de Putin en su abierta confrontación con el liberalismo ucraniano y europeo. Trump es el motor de ese nacionalismo antiestablishment y antimultilateralismo que busca consolidar el nuevo hegemonismo estadunidense, basado en ignorar el cambio climático y los reclamos de justicia de sectores sociales diferentes por raza o preferencias sexuales. Su amenaza a la OTAN recientemente es, simplemente, el recordatorio de que un gobierno suyo es una amenaza para el orden liberal post Segunda Guerra Mundial. La Organización de las Naciones Unidas es el símbolo de todo lo que rechazan, por injerencista.
Todos estos líderes se consideran llamados a ser los grandes transformadores de sus sociedades.
En América Latina, el tono es más fuertemente inclinado hacia el nacionalismo económico, igual que Trump, y contra la imposición de organismos internacionales que son vistos como portadores de ideologías reprobables y rechazadas, como democracia, libertades y respeto al voto. No se quiere nada de eso. Venezuela expulsa a las Naciones Unidas “por injerencismo”. Aunque líderes de la cúpula cubana, y de Bolivia, Nicaragua, México, Venezuela y El Salvador se consideran a sí mismos como próceres en sus tierras y, por tanto, revolucionarios, en realidad su nacionalismo los “transforma” en conservadores con agendas de regresión democrática, aislamiento internacional, con crisis económica endémica y siendo depredadores del medio ambiente, siendo un marco de restricción a las diversidades sociales. Se declaran transformadores de sus naciones y salvadores de sus pueblos, porque hablan todo el tiempo en su nombre.
El nombre de Cuarta Transformación en México no es una ocurrencia mexicana. Es la influencia de otros líderes, más inteligentes y enterados que el mexicano, sobre lo que se conversa en los círculos nacionalistas conservadores del mundo, en cuanto a agendas y perspectivas de cambio (o “hacer la Revolución”, si se prefiere).
Putin es bien visto por todos estos gobernantes latinoamericanos. Les agrada su estilo represor y controlador, además del marcado tono confrontativo con el mundo liberal, multilateral y democrático. Parecen decir al unísono: ¡muera el liberalismo y el multilateralismo, viva el nacionalismo que conserva nuestro poder! Precisamente por ello se les denomina conservadores.
Aún no se articulan de forma orgánica, pero una confabulación de tantos nacionalistas conservadores podría llevar al mundo a una era oscura de autoritarismo, fanatismo y de economías con rendimientos decrecientes. Y conducirnos, ¿por qué no?, a una nueva era de guerras modernas sin fin.
