¿Invasión o revelación?
Esta semana, el Presidente anunció que Estados Unidos quiere atacar a México y convocó a todos los mexicanos a alistarse para “la defensa de la patria” junto a las Fuerzas Armadas.
El éxito político del populista se logra cuando identifica al enemigo común que incita a sus seguidores al paroxismo febril y fanatizado. Esos objetos de odio son diversos e, incluso, algunos inesperados: políticos corruptos, jueces, burgueses, judíos, musulmanes, extranjeros, imperialistas, periodistas, intelectuales, científicos, otras tribus o razas. El objeto de odio también le sirve al político para desviar el escrutinio de los ciudadanos sobre sus intenciones para perpetuarse en el poder, con o sin elecciones.
Al igual que Trump y Putin, López Obrador tiene su listado de objetos de odio, todos acumulados a través del tiempo. En Tabasco acusó de fraude electoral al gobierno. Siguió acusando a Salinas de encabezar la mafia del poder. Después odió a Calderón. Acto seguido rompió con sus camaradas del PRD y ahora busca destruir el partido que abandonó. Después odió las reformas estructurales de Peña y, ya estando en el poder, odia a casi todo el mundo, con la honrosa excepción de “los pobres". Y todo para consolidar su control sobre la Presidencia de la República.
Esta semana anunció que Estados Unidos quiere atacar a México y convocó a todos los mexicanos a alistarse para “la defensa de la patria” junto a las Fuerzas Armadas. Su tono de voz en ese discurso reflejaba temor, estrés extremo y una notoria exaltación de su estado de ánimo. Como si hubiera un verdadero peligro a la vuelta de la esquina.
Vi ese mismo estado de ánimo frenético entre funcionarios cubanos cuando fui embajador en Cuba. De repente me anunciaban que iban a estar toda la semana en trincheras porque tenían información de que Estados Unidos estaba preparando un ataque a la isla durante los siguiente días o fin de semana. Les preguntaba si me lo decían en serio, pues los consideraba funcionarios serios. Solemnemente me aseguraron que todo indicaba que un ataque era inminente. Me sorprendía su convicción sobre el peligro del momento (el mismo fenómeno aconteció dos veces mientras duró mi misión en Cuba), pues yo no veía ningún indicio de que fuera cierto y un análisis político del momento no apoyaba semejante hipótesis. Obviamente, las invasiones no ocurrieron.
Entonces, ¿por qué hacían esa demostración de supuesta preparación ante una fuerza externa? Porque insistir en que el enemigo externo es una de las formas que le permitía al régimen cubano reforzar su legitimidad interna al mismo tiempo que le posilitaba asegurar su control sobre sus cuadros políticos y la población en general.
Escuchando a López Obrador recientemente alertar sobre una posible invasión estadunidense a México, no pude dejar de pensar en las razones que motivaban al régimen cubano a hacer declaraciones parecidas e igualmente temerarias y mentirosas. Porque la declaración de López Obrador es una mentira que requiere una explicación.
Todo indica que AMLO está temiendo acciones fuertes de Estados Unidos, pero no en la forma de una invasión. Más bien, parece anticipar pruebas contundentes de que existen tratos de complicidad entre su gobierno, funcionarios importantes, elementos del Ejército, familiares del Presidente y de la casa presidencial misma con el narcotráfico en sus más altos niveles.
La ofensiva frontal de Estados Unidos contra Los Chapitos y el Cártel del Pacífico tiene una razón de ser. La evaluación de las agencias de inteligencia estadunidenses es que ése es el epicentro de las posibles alianzas del gobierno y el morenismo con el narcotráfico. Así, incluso, lo ha dejado ver el propio Presidente con sus visitas discretas y supuestamente sin la atención de ojos ajenos en sus actividades y reuniones. La opacidad de esos encuentros simplemente refuerza las suspicacias acerca del quehacer presidencial.
El problema viene cuando la DEA anuncia que tiene soplones participando en las reuniones donde posiblemente haya estado el Presidente. Eso eleva la tensión y la angustia presidencial al máximo. Ante cualquier revelación, obviamente, vendrá el desmentido presidencial de rigor.
Pero ¿será creíble su desmentido ante el cúmulo de pruebas? No está claro que lanzar sus huestes contra el “objeto de odio” estadunidense le va a rendir el apoyo que necesita.
La angustia presidencial nos sugiere que algo está fuera de orden.
