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El pacto histórico que viene

Ricardo Pascoe Pierce

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

 

En tiempos de turbulencia, quien tenga ideas claras sobre lo que quiere obtener tiene buenas posibilidades de lograrlo.

Requiere constancia, mente fría y claridad del objetivo final.

Esto es precisamente lo que hoy requiere la oposición en México. Constancia, frialdad y claridad. Y mucha generosidad para reconocer las dificultades y retos que enfrenta cada parte integrante de ese gran conglomerado histórico que hoy se llama Va por México, pero que con más integrantes deberá asumir una nueva nomenclatura y un nuevo destino.

¿Quiénes más tendrán que integrarse para ser parte del gran pacto histórico que colocará a México sobre la ruta de ser el pilar reconocido de democracia, tolerancia, pluralidad, institucionalidad y solidaridad para el resto de América Latina?

Está por sumarse un contingente importante de organizaciones ciudadanas que llevan mucho tiempo gestándose a lo largo y ancho del país. Cada una de las organizaciones que participa en este esfuerzo unitario tiene orígenes específicos que las definen, en sus propios ámbitos territoriales, por intereses o enfoques particulares sobre temáticas nacionales y con relación a historias políticas o sociales anteriores sobresalientes. Es decir, son organizaciones ciudadanas que reflejan la gran variedad y complejidad social, ideológica, cultural, laboral y gremial de la sociedad mexicana.

Recordemos que ese gran conglomerado de organizaciones fue el primero en plantear la necesidad de que los partidos políticos opositores se sumaran en una alianza única para enfrentar con éxito a Morena, a pesar de sus pasados como contrincantes electorales. Pues esa unidad se logró y tuvo su primer gran éxito en las elecciones intermedias de 2021. Se logró la unidad en la coalición Va por México a pesar de ataques externos y críticas internas. El hecho de dar respuesta a una sentida demanda ciudadana es lo que le dio relevancia al logro de la unidad.

Falta sumar más piezas al nuevo pacto histórico emergente. Señaladamente está Movimiento Ciudadano, que trae una discusión interna importante sobre la viabilidad de su organización dentro y fuera de este agrupamiento histórico. Es claro que una parte o todo MC se va a incorporar eventualmente al esfuerzo unitario, porque la historia y la ciudadanía se lo va a exigir.

Las bases de MC saben que, después de todo, las necesidades del país corren por cuenta de quienes siguen el camino de solucionar los problemas nacionales y no en torpedearlos.

Por otro lado, está Morena. Ese partido heredó algo del PRD, que contribuyó de forma central a que fuera inviable en el largo plazo, y que está enlarvado en Morena de igual manera.

Es la vieja enfermedad de la izquierda mundial: el sectarismo.

Este sectarismo se refiere a la imposibilidad de la convivencia exitosa entre reformistas y radicales (no digo revolucionarios, porque no lo son). Existe una absoluta incompatibilidad entre la izquierda socialdemócrata con sus ideas reformistas cuando se enfrentan con los radicales, cuyo único interés central es demoler todo lo previamente existente, aun careciendo de un plan de vuelo para el país después de terminada la ola de destrucción. También los divide, vitalmente, la alianza morenista radical con el narcotráfico.

Hoy los radicales gobiernan el país y a Morena desde Palacio Nacional y en el partido. Los socialdemócratas, en franca, aunque no-reconocida retirada, van a tener que buscar refugio en un nuevo ambiente político si quieren sobrevivir o estarán condenados a fenecer como cuerpo de ideas.

Estos contingentes de Morena van a requerir un lugar importante en el pacto histórico que se está conformando. El opositor pacto deberá aceptarlos, sin sectarismo ni regateo.

Nadie está tan libre de errores como para poder aventar la primera piedra. Representará una ruptura política decisiva dentro del bloque radical de Morena y será su toque de muerte. Y Morena ya no tendrá la fuerza política para cambiar la ruta de choque que escogió.

Así viene 2023 y 2024.

 

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