¿Cómo acotar a AMLO?

Hay una discusión entre fuerzas opositoras de distinto signo sobre cómo acotar o administrar políticamente a López Obrador. En el fondo, el debate versa sobre cómo contrarrestar su discurso populista

Hay una discusión entre fuerzas opositoras de distinto signo sobre cómo acotar o administrar políticamente a López Obrador. En el fondo, el debate versa sobre cómo contrarrestar su discurso populista, cuando el populismo avanza en todo el mundo, amenazando al liberalismo democrático. Más recientemente el debate gira en torno a si es conveniente atacar al Presidente frontalmente durante la campaña presidencial o ignorarlo por completo y centrarse en las propuestas políticas que ofrece la oposición, como mejor opción para ganarle a Morena en las urnas.

En México permeaba la idea, a partir del 2000, de que las instituciones democráticas y autónomas en formación eran lo suficientemente fuertes y consolidadas como para enfrentar los retos del populismo, cuya función primordial siempre es la destrucción institucional.

Llegó AMLO al poder y convocó a una consulta popular carente de toda representatividad y legalidad, lo que le permitió justificar la cancelación de la obra del aeropuerto de Texcoco. Ésa ha sido la norma en su gobierno desde entonces.

Sin embargo, su estilo de gobernar a través de las mañaneras, denunciando y polarizando a opositores y acordando rutas de acción solamente con los integrantes de sus bancadas legislativas, le ha servido para sostener su nivel de aprobación, equiparable al nivel que mantuvo Calderón en el transcurso de su mandato presidencial. Esto es así, a pesar de encabezar un gobierno de escasos y magros logros.

Lo que ha marcado la diferencia entre su gobierno y los anteriores es que obtuvo el control sobre el Congreso de la Unión. Empezó con la mayoría calificada en 2018, misma que perdió en 2021 en la Cámara de Diputados.

Las encuestas indican que su partido sigue en el primer lugar de las preferencias, aunque Xóchitl Gálvez se acerca a sus precandidatos presidenciales. La gran interrogante es: ¿será necesario atacar a AMLO en la campaña, aunque no sea candidato? ¿O, debido a su popularidad, será mejor no inflar su presencia en la campaña, manteniendo el debate con la candidatura morenista, que será una contendiente de menor calado?

Uno y otro argumento tienen sus virtudes y defectos. No es una cuestión sencilla. En principio, la idea de no permitir que la presencia y popularidad presidenciales se conviertan en factor central de la campaña resulta una necesidad obvia. Pero, ¿cómo evitar su presencia en la campaña si, conociendo a AMLO, buscará estar presente todo el tiempo, debatiendo públicamente y ordenando acciones de gobierno a favor de Morena, incluso contrariando la ley, como lo hace ahora?

Es posible, incluso, que AMLO promueva deliberadamente su intervención ilegal en la campaña buscando una justificación que permita objetar las condiciones políticas del proceso, para promover la cancelación de los comicios antes, durante o después del recuento de votos, dependiendo de cómo anden los resultados para su candidata. Eso le permitirá, teniendo al Ejército de su lado, declarar un Estado de excepción en el país y gobernar por decreto. Con AMLO todo es posible. Su adicción al poder es psicopática.

Inevitablemente, la candidatura opositora tendrá que acotar a un Presidente decidido a intervenir en el proceso electoral, utilizando su popularidad como herramienta para hacer ganar a su candidata (y, de paso, que se la deba totalmente). Pero, por otro lado, la oposición deberá enfatizar su agenda democrática, tolerante e incluyente ante la candidata morenista, para tratar de hacer que ése sea el debate central de la campaña, y no el acotamiento presidencial.

Nada fácil, pero así tendrá que ser.

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