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Avala la izquierda la opresión

Ricardo Pascoe Pierce

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

 

Llama la atención que Morena y su gobierno se proclaman de izquierda, cuando casi ninguno de sus integrantes lo son ni lo hayan sido ni se consideran hoy de izquierda, excepto de dientes para afuera. Sin duda, hay un pequeño núcleo de “izquierdistas” en Morena, pero son los menos y cada día pesan menos. Me refiero a personas con un pensamiento ideológicamente colocados en el pensamiento de la izquierda marxista y/o socialista en sus diversas vertientes.

La mayoría de los miembros de Morena hoy provienen del PRI y del PAN. Los perredistas de la Ciudad de México que se fueron a Morena no son ni marxistas ni socialistas, sino todos son oportunistas y burócratas de la política urbana exitosa que empezó con el Frente Democrático Nacional en 1987 y derivó en los gobiernos corruptos de Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Miguel Mancera y Claudia Sheinbaum. A todos esos gobiernos les une el mismo cordón umbilical de la corrupción y la complicidad, acuerdos de cómo repartir entre ellos el botín capitalino y sus acuerdos transmitidos sexenio a sexenio con los desarrolladores urbanos que se han enriquecido gobierno tras gobierno, hasta la fecha.

Hubo un “sentimiento cultural” de izquierda en la ciudad que le reportó votos durante años. Intelectuales, artistas, actores, pintores, escritores, dramaturgos, académicos, científicos, investigadores apoyaron y votaron por la izquierda durante años. Organizaciones sociales del movimiento urbano-popular, sindicalismos como el universitario, el zapatismo y organizaciones ambientales, de apoyo al uso de movilidades alternas al automóvil, de los derechos humanos, animalistas, etcétera, todos apoyaron a la izquierda. Al mismo tiempo, y empujado por López Obrador, la izquierda tomó la bandera de las “ayudas sociales” para crear una base electoral sólida. Claro, toda esa “ideología” de los apoyos sociales venía del PRI. Por eso, los programas sociales de Morena hoy en día son los mismos que inauguró Carlos Salinas durante su sexenio.

Quizá para encubrir y disfrazar esa similitud es que AMLO dice odiar tanto a Salinas.

Lo que respira hoy en esa izquierda es desconcierto con el fracasado e indefendible gobierno de López Obrador. Su desencanto está a flor de piel. Pero trágicamente teme decirlo. Calla la boca y deja avanzar el proyecto político personalista de López Obrador con fuertes rasgos autoritarios y, francamente, militarista. Al callar la boca avala, en los hechos, que el intento por cercenar libertades y derechos democráticos avance como amenaza ante la vista de todos.

El gran fracaso de la izquierda mexicana no es que haya apoyado y creído en el proyecto y la persona de López Obrador. Su gran fracaso viene ahora, cuando debiera levantar la voz y colocarse en posición de resistir la deriva autoritaria, y no lo hace. Ése es su fracaso. Su fracaso histórico es su sumisión al proyecto militarista e intimidatorio que López Obrador representa para México cuya síntesis en una palabra es: opresión.

 

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