Segunda escena: diciendo una cosa y haciendo lo contrario
Siguiendo con el Teatro del poder de la Cuarta Transformación como lo llamó Jesús SilvaHerzog Márquez, que sería cómico si no fuera trágico, cuyo director, guionista y personaje principal es su líder máximo, nos encontramos con esta segunda escena: diciendo una ...
Siguiendo con el Teatro del poder de la Cuarta Transformación —como lo llamó Jesús Silva-Herzog Márquez—, que sería cómico si no fuera trágico, cuyo director, guionista y personaje principal es su líder máximo, nos encontramos con esta segunda escena: diciendo una cosa y haciendo lo contrario. El escenario, un hangar del Ejército en el Aeropuerto de la Ciudad de México. En el fondo, el avión presidencial.
Comienza con el Presidente diciendo que organizará una rifa cuyo premio será la aeronave, “que representa los excesos de sexenios anteriores”, pero que no se entregará ésta, sino dinero. Acto seguido, el mandatario dice que en su gobierno “no hay montajes”.
Sin más explicaciones, el héroe de la trama salta a uno de sus temas favoritos, el combate a la corrupción. Esa lucha que, según dijo, le iba a significar algo así como quinientos mil millones de pesos de ahorros al gobierno, pero que no sabemos dónde están.
El argumento está dirigido a generar carcajadas en el público, no sólo porque es imposible monetizar así los recursos, sino también porque no se nos olvidan los videoescándalos en los que, hace una década, se ve a uno de sus incondicionales embolsándose fajos de billetes, o a aquellas imágenes, difundidas hace unos meses, en las que se aprecia a su hermano recibiendo dinero no fiscalizado. Y tampoco que su prima fue beneficiada este sexenio mediante contratos millonarios de Pemex. Todo sin consecuencias.
Después de una natural risa, la puesta en escena continúa. Ahora, el personaje principal nos habla de la transparencia y rendición de cuentas, como ignorando el aumento significativo en adjudicaciones directas de compras gubernamentales o el crecimiento de información reservada.
Incluso, hace como que la Auditoría Superior de la Federación, en su informe sobre la cuenta pública 2019, no dijo que se ejercieron de manera irregular cuarenta y cuatro mil millones de pesos.
Un elemento cómico de la trama es que el narrador dice que en su gobierno existe libertad de expresión y no se persiguen a los periodistas que desenmascaran escándalos como los relatados. Imaginando que sus ataques directos a Carlos Loret de Mola son por otra cosa y no porque ha hablado del dinero de su familia y por las casas no declaradas de sus allegados, como Bartlett o Irma Eréndira Sandoval.
El guionista hasta dice que sólo se usan los órganos del Estado para hacer cumplir la ley, aunque en el fondo sabemos que no se aplica si así él lo indica —ahí está Lozoya o el ministro Medina Mora—.
Pero la escena de decir una cosa y hacer lo contrario todavía no termina. Ahí está el cuidado al medio ambiente. Pretexto para cancelar la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco. Había que proteger el —inexistente— lago. En el Tren Maya se trata de algo diferente —dice el héroe—, pues ahí se obtuvo la autorización de la autoridad máxima, la madre naturaleza.
Pero, eso sí, lo que ya no pasa —según nuestro líder— es la promoción de programas asistenciales para fines electorales.
Eso está en el pasado. Ahora sólo se le dice a la gente que, si no vota por el partido oficial, va a perder los subsidios... Y si se hacen porras para el Presidente en los centros de vacunación es porque la gente de verdad lo quiere.
No sólo son bufones, son cínicos. Sigue la tercera escena de este Teatro del poder.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y
profesor de Derecho Constitucional
en la Universidad Panamericana.
Twitter: @ralexandermp
