Primera escena: los nuevos índices

• En mayo de 2020, el Presidente anunció que trabajaba en un nuevo índice para calcular “la felicidad del pueblo”.

Es sorprendente, por no decir kafkiano. Incluso nos hace dudar de nuestra propia sensatez. Como si tuviéramos algún problema que no nos permitiera ver esa realidad que ven los aplaudidores del régimen. Ahí, la genialidad de la puesta en escena que, fuera de toda lógica, genera un relato en el que los críticos cumplimos una función que fortalece a un gobierno al que no le importan los resultados, sino simplemente mantener la teatralidad.

Jesús Silva-Herzog Márquez, en su columna titulada El teatro del poder (Reforma, 29 de marzo de 2021) hace un genial diagnóstico de la 4T, la cual “ejerce el poder como una dramatización del presente y no como una plataforma de decisiones”. Donde la oposición se vuelve parte de esa historia como antagonista de un guion creado por el Presidente y sus ideólogos. “Lo mismo los idólatras que babean y los críticos que gritan cumplen con el papel previsto por el dramaturgo”.

Y es que no se equivoca Silva-Herzog, “la batalla contra el relato oficial será inofensiva hasta que no logre desmontar su ridiculez”. Donde hace falta la crítica más ácida: la burla. Más que intervenir como antihéroes de su puesta en escena, es necesario ridiculizar su actuar, sus maromas que no superan la prueba de la risa. Que serían cómicas si no fueran trágicas.

En las siguientes entregas de esta columna nos enfocaremos a ello. En esta Primera escena, el escenario es Palacio Nacional, donde se plantean los nuevos índices y los “otros datos”.

Así, en mayo de 2020, el Presidente —guionista y director de la obra— anuncia que está trabajando en un nuevo índice que calculará “la felicidad del pueblo” y que sustituya al —maligno- Producto Interno Bruto—. Pues claro, en su primer año de gobierno —antes de la pandemia— éste cayó al -0.1%. En el segundo, a -8.5%, muy lejos del 4% promedio que prometió en campaña.

Esos nuevos índices también le pueden servir para desviar la atención del aumento de la deuda del país, que era de 44.9% del PIB cuando empezó la administración y hoy es del 52.2%. O que, durante su gobierno, perdimos nuestra posición como decimoquinta economía del mundo. Y todavía se atreve a “escribir” un libro que incluye la palabra “economía” en su título. ¡Qué cinismo!

Ya encaminados, sus nuevos índices también deberían hacer algo en cuanto al Estado de derecho, pues el World Justice Project ubicó a México, por lo que respecta a 2019, en el lugar 104 de 128 países, cayendo tres posiciones. U otro sobre el turismo en el país —donde hemos pasado del sexto al séptimo lugar— que mida la felicidad de los visitantes, por ejemplo, al tomarse un tequila.

Pero, por favor, no le vayan a avisar al Primer Mandatario que, según el Índice de Felicidad Gallup, México perdió 23 posiciones en felicidad en 2020, porque no vaya a querer cambiarnos los índices otra vez.

Imagínense, de lo que quiere —y puede— hablar el mandatario ¡es de las remesas que vienen de Estados Unidos! Lo único “positivo” que ha crecido en su administración. Lo cómico es que nada tiene que ver con las medidas tomadas por su gobierno.

“Si el índice me beneficia de alguna manera, sirve. Si no, es un producto de los conservadores. ¡La congruencia es para los perdedores o los neoliberales!”, exclama el héroe de la historia.

No sólo son bufones, son sinvergüenzas. Sigue la Segunda escena.

           *Maestro en Administración Pública

           por la Universidad de Harvard y

                 profesor de Derecho Constitucional

                en la Universidad Panamericana.

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