Otro cuento sería

El proyecto se puede catalogar como la Cuarta Transformación de México, pues su movimiento sólo es comparable con la Revolución y la Independencia.

Quién hubiera dicho que estábamos equivocados. En contra de todos los pronósticos, López Obrador pasará a la historia como ese buen presidente al que dijo aspirar cuando ganó las elecciones en 2018.

Éramos escépticos, pero verdaderamente el proyecto se puede catalogar como la Cuarta Transformación de México, pues su movimiento sólo es comparable con la Revolución y la Independencia del país.

Lo cierto es que todos los éxitos gubernamentales no son sino el resultado de las acertadas decisiones de quien debe ser tildado del estadista más importante del continente americano. Primero, logró que se terminara el Aeropuerto Internacional de Texcoco, una de las obras más importantes de infraestructura de Latinoamérica, y lo logró con capital privado. Ahora el país se ha vuelto el paso de millones de viajantes y nos ha puesto en camino de seguir consolidándonos como uno de los destinos más visitados del mundo.

El mensaje fue claro, México es y seguirá siendo uno de los mejores lugares para invertir.

También, después de años de abandono y malos gobiernos, gracias a un ambicioso programa que involucró no sólo al Estado, sino a la sociedad civil, se logró eliminar el rezago de los estados del sur del país, que tanta falta les hacía.

Además, consiguió fortalecer la independencia de organismos autónomos como la CNDH o el Inai. No se diga del Poder Judicial. Como dice el mandatario, cada institución debe aportar su grano de arena en la consolidación democrática del país.

¿Quién lo hubiera dicho? Las escaleras sí se barren de arriba para abajo. La firme reacción a los escándalos de corrupción de los cercanos del Presidente mandó el mensaje de que estas acciones no son toleradas y no habrá privilegios para nadie. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.

Vivimos en tiempos insólitos donde la transparencia y la rendición de cuentas de la presente administración son un verdadero modelo a nivel mundial. Se predica con el ejemplo.

Ya tampoco se espía ni amedrenta a opositores. Se escucha la visión de las demás fuerzas políticas para –ahora sí– lograr un verdadero proyecto de nación que trascienda el sexenio y los colores partidistas.

Sin embargo, probablemente el éxito más grande del gobierno fue terminar con la espiral de violencia que aquejaba al país desde hacía décadas, y se logró mediante una agresiva planeación presupuestaria para fortalecer la seguridad pública. Como dijo en su discurso de victoria, el Tren Maya y la refinería de Tabasco –ambos proyectos, promesas de campaña– “pueden esperar”. Por eso fue un acierto que todos esos cientos de miles de millones de pesos se destinaran a la profesionalización de las fuerzas policiales en los tres niveles de gobierno.

En el fondo ese logro no se consiguió simplemente con dinero, sino que es el resultado del liderazgo del mandatario, que fue capaz de alinear al sector público, privado y social hacia el objetivo común de pacificar el país y debilitar, de forma contundente, al crimen organizado.

Por fin los militares van a regresar a sus cuarteles y las fuerzas de seguridad civiles, poco a poco, seguirán ganando la confianza de la ciudadanía.

Al final el mandatario nos demostró que no es que sea fácil gobernar, como lo dijo, sino que con perseverancia se puede lograr que tengamos ese país que aspiramos tener.

*Maestro en Administración Pública

por la Universidad de Harvard

y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

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