México, narcoEstado
Existen informes nacionales e internacionales queseñalan que la delincuencia organizada tuvo unainjerencia decisiva en las elecciones de 2021.
Existen dos caminos. El primero es hacer como que el problema no existe, lo cual hicieron muchos gobiernos en el pasado. El segundo es reconocer la grave situación por la que atraviesa el país y que bajo el gobierno de López Obrador, el crimen organizado se ha podido infiltrar en todos los niveles del Estado mexicano.
La historia. El Presidente, de forma inexplicable, decidió dejar de cooperar con las agencias de Estados Unidos y destruir a la única institución civil que tenía capacidad para combatir al crimen organizado. Implementó una estrategia sin pies ni cabeza.
La evidencia. El mandatario ha dado la orden de no hacerle frente a los grupos armados que aterrorizan al país y a sus habitantes, renunciando a una de las principales tareas que justifican su existencia, el brindar seguridad a los ciudadanos.
Y en ese momento estamos. Existen informes nacionales e internacionales que señalan que la delincuencia organizada tuvo una injerencia decisiva en las elecciones de 2021, secuestrando operadores políticos de oposición a Morena, financiando campañas y amenazando candidatos.
También sabemos que para el mandatario no es prioritario fortalecer el Estado de derecho ni esclarecer las decenas de asesinatos contra periodistas ni frenar los cientos de feminicidios a manos del crimen organizado.
Ahora cada vez es más claro que estas organizaciones están al frente de negocios tan lucrativos como la tala ilegal de árboles, la pesca furtiva o la minería, como lo señala un reportaje para El País, publicado hace algunos días. Ahí se menciona que la investigadora del Instituto Brookings, Vanda Felbab-Brown, asegura que el crimen organizado mexicano trafica especies a China a cambio de los precursores químicos necesarios para elaborar drogas sintéticas.
La lista continúa. En la “campaña de apoyo” a López Obrador de la revocación de mandato se invirtieron cientos de millones de pesos en renta de espectaculares —dinero que claramente no está fiscalizado— y pocas organizaciones, como las criminales, tienen esa capacidad de operación para lograrlo.
Ahora, a unos días de las elecciones en seis estados de la República, es evidente que veremos manifestaciones similares, donde el apoyo del crimen organizado es abierto, igual que los mensajes del régimen hacia estos grupos: “sigan operando, nosotros los cuidamos, ustedes también son pueblo”.
El diagnóstico de por qué el gobierno del presidente López Obrador lo permite, no es claro. Tal vez por compromisos asumidos durante su campaña política que duró doce años y cuyo financiamiento sigue siendo un misterio. O puede ser porque le conviene tenerlo de aliado, a pesar del derramamiento de sangre. O posiblemente es porque no entiende que debe de pararlo. No lo sabemos, pero es un hecho que el problema es real.
Y mientras, el Presidente, su secretaria de Seguridad Pública y sus aplaudidores dicen que “vamos muy bien”, van por lo menos 120 mil mexicanos asesinados en 3 años. Tan sólo el martes pasado se rompió récord como el día más violento del sexenio, con 118 homicidios.
La evidencia está ahí. Vivimos en un narcoEstado y nuestro futuro está determinado por las organizaciones criminales, todo con el beneplácito del gobierno que se niega a hacer su trabajo. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
*Maestro en Administración Pública
por la Universidad de Harvard
y profesor en la Universidad
Panamericana.
