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México en llamas

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

 

 

El país arde en llamas. Arden cuerpos calcinados en las calles. Arden comercios. Autos en las carreteras. Familias asesinadas. Cuerpos desmembrados.

Hace un par de días, en Lázaro Cárdenas mataron a un hombre que iba a ser secuestrado, a plena vista de su esposa e hijos. En Ciudad Juárez cuatro trabajadores de MegaRadio fueron asesinados mientras transmitían en vivo. Los narcobloqueos ocurren diariamente en las principales ciudades del país. Todo está documentado. Siempre hay videos.

No son historias de terror ni narcoseries. Es la sangre que se derrama todos los días en México. Esta semana fue Guanajuato, Chihuahua, Jalisco y Michoacán. La pasada, Zacatecas y Guerrero. Ningún estado se salva.

El país está en llamas por la creciente espiral de violencia y homicidios que sofocan todo su territorio. No hay ningún rincón seguro: ni la escuela ni los parques ni los hogares. El nulo Estado de derecho y la impunidad han quitado todo límite a la delincuencia, que opera con completa libertad. “Somos gente de El Mencho”, gritan con total impunidad.

Y mientras tanto, las Fuerzas Armadas están ocupadas llevando en un helicóptero a la mascota del equipo de beisbol del Presidente. Así de kafkiano y vergonzoso.

El común denominador es el vacío de poder. Las autoridades no entienden lo que ocurre y parece que no les importa. No sólo no son parte de la solución, sino que son parte del problema.

Cuando fue la crisis de violencia en Ciudad Juárez, en 2010, el presidente Felipe Calderón ordenó a los mandos de la Policía Federal que fueran a vivir a esa ciudad hasta que hubiera resultados concretos. Se logró disminuir el índice de homicidios, de 3 mil 89 en 2010 a 259 en enero de 2014. Eso era valor. Eso era estrategia.

Ahora nuestro Presidente y sus compinches se esconden en un palacio y gritan la idiotez de abrazos, no balazos mientras el país arde en llamas. Es el narcoterror institucionalizado. Es el narcoEstado que deja desamparados a los ciudadanos.

¿Qué hacen los 118 mil guardias nacionales? ¿Cuál es el uso de sus 241 cuarteles? ¿De qué sirve la reunión de planeación en materia de seguridad de las 6 a.m.?

Nuestras autoridades no están. No nos protegen. No hay inteligencia. No hay operación. No hay talento. Siguen siendo los mismos improvisados de hace tres años que cobran sus salarios, pero le rehúyen a la responsabilidad.

Los culpables tienen nombre y apellido. Es Alfonso Durazo, quien fuera el secretario de Seguridad Federal, quien aseguró que iba a disminuir a la mitad los homicidios en seis meses y dio cero resultados. Es Olga Sánchez Cordero, por su irrelevante paso por la Secretaría de Gobernación. Es Rosa Icela Rodríguez y Ricardo Mejía, cuya Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana es de adorno. Son los militares, que dejaron de servir a los mexicanos para ponerse al servicio del poder.

Son los Epigmenios Ibarra que siguen culpando al pasado y justificando el desastre. Son todos y cada uno de los mexicanos que siguen apoyando y votando por Morena. Sí, también ellos.

En sus manos está la sangre de 124 mil personas, víctimas de la violencia.

Si el Presidente y su gabinete tuvieran un poco de dignidad, renunciarían. Como no la tienen, por lo menos deberían aceptar su resonsabilidad y rectificar la estrategia.

 

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y Profesor en la Universidad Panamericana

Twitter: @ralexandermp

 

 

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