Los engañados

Ahora sabemos que les vieron la cara a sus votantes, los que les creyeron. Son los engañados.

La realidad es lo que sigue ocurriendo mientras desde el oficialismo se trata de vender una narrativa que, usualmente, se contrasta con los datos de lo que está ocurriendo en el país a partir de que llegó al poder el presidente López Obrador.

Por eso, desde el principio, nos quisieron engañar con que eran diferentes. Que venían a acabar con los excesos. Que iban a desaparecer la corrupción –como si los videoescándalos de René Bejarano no hubieran existido–. También nos aseguraron que en seis meses disminuirían considerablemente los homicidios en el país.

Nos prometieron que el Ejército saldría de las calles y nuestra economía crecería a tasas de 4 por ciento al año, por lo menos.

Ahora sabemos que les vieron la cara a sus votantes, los que les creyeron. Son los engañados.

Ya lo ha dicho el mandatario, una mentira que se repite muchas veces toma la cara de verdad, al mero estilo del propagandista nazi Joseph Goebbels.

Por eso los ideólogos de la Cuarta Transformación repiten una y otra vez mentiras que a veces sí permean, sobre todo en un sector de la población.

Ahí están personas como Epigmenio Ibarra o Jenaro Villamil, que han recibido millones de pesos del gobierno y están metidos hasta el cuello en negocios públicos. Pero, eso sí, se encargan de vender historias que no tienen sustento en la realidad, aunque ayudan a justificar el desastre.

Tal vez el tema no es culpa de los ideólogos del régimen, sino de los engañados que insisten en seguir engañados. Los hay puros –que siguen viendo una “realidad” alterna y que por ningún motivo están dispuestos a aceptar que se equivocaron–. También hay los que, por conveniencia, se jactan de vivir en el error.

No sólo se trata de que la economía va muy bien. O de que México no se ha endeudado. O que en el proyecto del Tren Maya no se iba a tirar un solo árbol.

Tampoco es acerca de la mentira infundada de que Calderón tenía una “investigación internacional” sobre tráfico de armas –lo que eso signifique– que primero anunció Adán Augusto López y después se retractó.

Ni siquiera hablamos del evidente engaño que significa la promesa que apenas hizo el Presidente, de que nuestro sistema de salud está pronto a ser como el de Dinamarca, mientras es peor que cuando empezó el sexenio.

Lo que más cuesta es que estas personas han lucrado con su “verdad” en temas que profundamente le duelen a México, como la muerte de los 43 normalistas de Ayotzinapa, donde incluso utilizaron la tragedia para llegar al poder y señalar a sus antecesores, aunque ellos estaban más cerca al escándalo.

Sobre el caso, sabemos que lo único que ha ocurrido en este sexenio es que tiraron las pruebas que había, liberando a los detenidos, y fabricaron nuevas. Como en todo, estamos peor que cuando empezamos.

También el asesinato de 140 mil mexicanos en lo que va de la presente administración, que ocurre mientras platicamos de ello, como si se tratara de una película de ficción.

O los escándalos de corrupción del círculo cercano del mandatario que, aunque están grabados, los engañados deciden justificarlos.

Pero el problema de la realidad es que, a veces, termina imponiéndose y enseña la verdadera cara de quien la quería esconder. Y tal vez, pronto, los engañados van a decidir dejar de serlo. Y, ahí sí, cuidado con el tigre.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana

Twitter: @ralexandermp

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