Los enemigos, los ciudadanos

En todas sus declaraciones se muestra ese profundo rencor hacia el instituto que se atrevió a no hacerle caso cuando exigió que se le diera el triunfo que no había ganado en las casillas.

Como un hombre que se ahoga en el mar y que antes de morir se afirma de su amigo que pretendía salvarlo y termina por condenarlo igual, nuestro Presidente decide enfocar sus esfuerzos en destruir al Instituto Nacional Electoral (INE) en lugar de tener algún resultado positivo en su desastrosa administración y buscar mejorar la seguridad, economía o sistema de salud del país.

Y es que lo odia y le molesta su existencia. Ese es el órgano electoral que no le permitió llegar al poder en 2006 y 2012. Esa es la institución que validó el triunfo de Felipe Calderón. No importa si funciona. Tampoco que haya sancionado la elección que lo llevó a Palacio Nacional.

En todas sus declaraciones se muestra ese profundo rencor hacia el instituto que se atrevió a no hacerle caso cuando exigió que se le diera el triunfo que no había ganado en las casillas.

Piensa que si hubiera llegado a la Presidencia en la primera contienda hubiera existido más tiempo para imponer su voluntad y consolidar esa destrucción que se disfraza con una transformación. Si él se va, se lleva también a sus enemigos. Por eso ahora no existe nada más importante que aplastar al autónomo INE.

Ya lo dijo ayer el Presidente, no se va a negociar. No hay medias tintas. Cree que ya tiene los votos. Que ya tiene cooptados a nuestros legisladores para traicionar a los votantes que los llevamos al poder.

Pero nos dejaron solos. Nuestra clase política se hincó ante los poderosos. Decidió que no valía la pena enfrentarse a los deseos del mandatario de dejar un órgano electoral a modo que asegure la continuidad de su funesto legado.

Estamos hablando de esos diputados y senadores que, por miedo o conveniencia, personal se preparan a destruir al árbitro que les dio su cargo bajo reglas claras y “justas”, y están de acuerdo con cambiarlo por algo que responda a un proyecto político, tal y como se ha hecho con la Fiscalía General de la República y con la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Hoy, sale a marchar la última línea de defensa a nuestra democracia, a nuestro órgano electoral que busca ser controlado.

Hoy se manifiestan esas personas a las que esta semana el Presidente calificó como “racistas en su mayoría, clasistas, muy hipócritas”, simplemente por pensar distinto a él. Cuyos organizadores “son unos cretinos, corruptazos… que se vayan a engañar más lejos”.

Y, hoy los ciudadanos somos los únicos que nos atrevemos a defender esa democracia que tanto trabajo nos costó empezar a construir. Hoy, somos los ciudadanos los enemigos a vencer. Demostremos que sí lo somos.

                *Maestro en Administración Pública

                por la Universidad de Harvard

                y profesor en la Universidad

                Panamericana

                Twitter: @ralexandermp

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